27 dic 2014

Los 10 mejores videos del año sobre bebés y niños



Bebés y niños son grandes protagonistas en las redes sociales. Aquí, una selección de los imperdibles de 2014 en YouTube. Post en Disney Babble Latinoamérica

Los 20 temas de los que hablamos en 2014


Estas son las noticias, historias y debates que nos ocuparon en este año que se va. Post en Disney Babble Latinoamérica

Papá Noel también tiene imposibles



Mi hijo pidió este año un regalo que no puede traerle. ¿Cómo hacer para que lo entienda sin romperle la fantasía? Post en Disney Babble Latinoamérica

8 dic 2014

Las 101 cosas que yo le enseñaré a mi hija




Como mamá, todo el tiempo le estoy enseñando cosas a mi hija. Con lo que digo, y con lo que hago. ¿Pero cuántas cosas que me gustaría enseñarle a mi hija no le enseño? En eso me hizo pensar un precioso texto de la bloguera Sierra Vandervort. Adhiero a casi todo lo que dice (creo que solo disiento en la canción de Phil Collins y prefiero reemplazar el rugby por fútbol). Y les comparto las otras 101 cosas que yo le enseñaré (o ya le estoy enseñando) a mi hija.
  1. Súbete a unos rollers sin miedo de caerte.
  2. Sabe que te caerás y que te dolerá.
  3. Levántate y sigue adelante. Es una metáfora de la vida.
  4. Aprende a manejar un auto.
  5. Respeta las señales de tránsito y no les prestes atención a los que te quieren apurar (también es una metáfora de la vida).
  6. Conoce tu cuerpo y cuídalo.
  7. Siempre sé amiga de la imagen que te devuelve el espejo.
  8. Todos los días hazte un mimo con una rica crema para cuidar tu piel y disfrutar un momento de placer.
  9. Disfruta de vestirte y verte bien, pero no te obsesiones.
  10. Siempre siéntete cómoda con lo que lleves puesto.
  11. Tu estilo no lo define la moda: lo defines tú.
  12. Nunca olvides que menos puede ser más.
  13. Descubre cuánto te puede embellecer el maquillaje.
  14. Y lo hermosa que eres a cara lavada.
  15. Píntate las uñas con el nail art más loco que se te ocurra.
  16. Diviértete con los accesorios: ¡son los juguetes de las mujeres adultas!
  17. Piénsalo bien antes de hacerte un tatuaje. Es una marca que te queda toda la vida. Y aunque creas que siempre te va a gustar…
  18. No olvides que las personas cambiamos. 
  19. Cada noche, cuando estés acostada antes de dormirte, repasa todo lo que hiciste en el día: verás cuántas buenas cosas te pasaron y quizás ni las recordabas.
  20. Sé siempre agradecida con lo que te da la vida.
  21. Aprende a mirar a tu alrededor: no eres el centro del universo.
  22. Cuando te llegue tu momento, disfruta de tu sexualidad con total libertad.
  23. Pero también con responsabilidad.
  24. Y no te apures (que acá tampoco hace falta correr).
  25. Disfruta de la novedad, pero ten en cuenta que con la experiencia el disfrute siempre va a ser mayor.
  26. Explora tu sexualidad. Para poder pedir lo que te gusta, primero tienes que saber qué te gusta.
  27. Nunca hagas algo que no quieras para complacer a otro.
  28. Y mucho menos en la cama.
  29. Gánate cada lugar que ocupes en buena ley.
  30. Y por eso mismo, defiéndelo.
  31. Sé autónoma. No dependas de nadie.
  32. Tampoco sientas que dependes de nadie.
  33. Trata de aprender los recursos básicos para resolver los problemas domésticos. Desde reemplazar una cremallera a cambiar un neumático.
  34. Si tuviste un mal día, permítite un poco de consuelo en un rico chocolate.
  35. Pero no abuses.
  36. Elige alguna actividad física que te guste hacer y establécela como rutina desde el placer, no desde la obligación.
  37. Lo mismo con la comida. Comer saludable no significa comer aburrido.
  38. Toma dos litros de agua por día. Es un medicamento para tu cuerpo y un cosmético para tu piel.
  39. Anímate a probar todas las comidas, incluso las más raras.
  40. Estate siempre abierta a las sorpresas.
  41. Y a gozar de los pequeños detalles.
  42. Báñate en topless al menos una vez.
  43. Anda en bicicleta. Sin rueditas.
  44. Viaja todo lo que puedas. Saca muchas fotos y llena tu valija de recuerdos que no se puedan tocar.
  45. Disfruta de los pequeños placeres que te pueden dar los objetos (como tomarte un capucchino en una linda taza o usar un hermoso par de aros), pero no te ates a nada material.
  46. Destierra tres palabras de tu diccionario: miedo, vergüenza y culpa.
  47. El conflicto es parte de la vida. No le temas.
  48. Hazte escuchar. Y también sabe escuchar.
  49. Ponte en el lugar del otro: te va a dar otra perspectiva ante una discusión.
  50. Pero también defiende tu posición cuando te sientas convencida de que estás en lo correcto.
  51. Aprende a perder.
  52. Aprende a ganar.
  53. Y aprende que un partido puede terminar en empate: no siempre tiene que haber ganadores y perdedores.
  54. Sé flexible: saber adaptarse a los cambios es casi la principal estrategia de supervivencia. Rodéate de amigas que sean muy parecidas a vos, y también muy distintas. Esa diversidad te va a enriquecer.
  55. Conserva a tus amigas de la infancia, que son las que conocen como nadie tu historia.
  56. Y cultiva nuevas amistades, porque son las que conocen lo que eres hoy y lo que quieres ser.
  57. Cuida a tus verdaderas amigas, antiguas y nuevas. Son las que siempre van a estar ahí cuando lo necesites. 
  58. Guarda sus secretos: es una de las llaves de la amistad duradera.
  59. Existe la amistad con el sexo opuesto. Y un amigo varón puede ser un gran confidente.
  60. Juega con perros y gatos (pero siempre pregúntale a su dueño si a ellos les gusta).
  61. Hazte amiga de la naturaleza. Pisa descalza el pasto del parque y la arena de la playa.
  62. Ve a todos los recitales que puedas de tu banda favorita. Baila, salta y canta hasta quedarte disfónica.
  63. Pon la música que te gusta y ensaya descalza pasos de baile frente al espejo de tu habitación.
  64. Aprende a armarte tu mundo privado. Tu cuarto, tu casa, el escritorio de la oficina. Ten un lugar donde te puedas reconocer. 
  65. Elige tus propios rituales. El té con amigas es uno que te recomiendo fervientemente.
  66. Lee muchos libros, mira muchas películas, sigue muchas series, ve muchas obras de teatro, escucha muchos discos. No te olvides de que te estás formando en cada cosa que haces.
  67. Juega al futbol y descubre qué linda sensación es gritar un gol y abrazar a tus compañeros de equipo.
  68. Aprende a nadar: pocos deportes te hacen sentir tan libre.
  69. No le tengas miedo a las alturas. Una de las cosas más hermosas que hay son las vistas desde lo alto.
  70. Nunca limites tu fantasía.
  71. Nunca dejes que nadie, ni la persona que más amas, te haga algo que vos no quieras.
  72. Plantéate objetivos que puedan parecer imposibles.
  73. Pero traza estrategias realistas para lograrlo.
  74. Si hay algo de tu vida con lo que no estás feliz, intenta cambiarlo. Lo que sea. Aunque parezca imposible.
  75. Cuando no puedas con algo, pide ayuda.
  76. Cocina. Te da independencia, es divertido, puede ser un acto de amor y te garantiza que en las reuniones de amigos no seas la que lave los platos. 
  77. Elige un hobby.
  78. Ponte excusas. Pero que la excusa no sea un motivo para no hacer sino, por el contrario, tu motivación para hacerlo.
  79. No juzgues a los demás. 
  80. No eres más que nadie.
  81. Y nadie es más que tú.
  82. Usa tacos (¡y no los sufras como yo!).
  83. Usa zapatillas (y no solo para hacer deporte).
  84. Estudia todos los idiomas que puedas.
  85. Pero si no te gustan, al menos aprende inglés (aunque sea para no perderte la mitad de las cosas que están en Internet).
  86. Hablando de Internet, aprovéchala al máximo como herramienta.
  87. Pero no te olvides que hay vida más allá de la computadora. Y del celular. 
  88. Sigue en el mundo “virtual” las mismas reglas y los mismos códigos que en el “real”.
  89. No vivas sintiendo que tienes que rendir examen. Tú eres el único profesor que puede tomarte una prueba.
  90. La palabra es, en el 90% de los casos, la mejor solución a un problema.
  91. Para el 10% restante están los abrazos. 
  92. Aspira a la perfección, pero no la busques: no existe.
  93. No vivas esperando que llegue “la gran felicidad”, porque tampoco existe.
  94. Aunque suene a frase hecha, te aseguro que la felicidad está en las pequeñas cosas.
  95. La pareja ideal sí existe: es la que construyes cada día.
  96. Y si sientes que ya no lo es, sal de esa relación. 
  97. Dile a la gente cuánto la quieres. No es cursi.
  98. Y si no te animas a decirlo a la cara, escribe una carta (igual, no te pierdas de decir “te amo” mirando a los ojos).
  99. Perdona.
  100. Encuentra tu propia religión: en lo que vos quieras creer.
  101. Llena la valija de tu vida de experiencias. Es lo único que te va a quedar al final de este viaje.

 Post en Disney Babble Latinoamérica.

Un espacio para pensarme

Disney Babble cumple un año. Ser parte de este proyecto me ayudó a reflexionar sobre cómo soy como mamá. Post en Disney Babble Latinoamérica.

3 dic 2014

Elijan un apodo y no un nombre para sus hijos

Elegimos el nombre de mis hijos cuando mi marido y yo no sabíamos en qué terminaría esa aventura sentimental que habíamos emprendido. Casi como un juramento romántico, igual que en las películas, en nuestras primeras vacaciones en una tranquila playa uruguaya decidimos que si algún día teníamos una hija le pondríamos el nombre de ese lugar. Recuerdo exactamente el momento, tirados en la arena bajo el sol, en el que elegimos ese nombre con música, que remite a la paz y a volar, con toda la significación de libertad que ese vuelo también encierra.
Imposibilitados de abstraernos del ideal de familia tipo con el que los dos crecimos (cuando todavía se creía que existía una familia tipo), la elección del nombre del varón llegó un tiempo después. No recuerdo esta vez el momento exacto, porque creo que tuvo que ver justamente con la consolidación de la pareja. Ya esos hijos empezaban a aparecer en nuestra fantasía como un deseo concreto y él, en uno de sus tantos actos de amor, eligió conmigo el nombre de varón que llevaba mi pintor favorito y que a mí me había gustado desde siempre. Corto, potente, también musical, con el aura del arte en sus cuatro letras.
Siempre me pareció un misterio y un absurdo la elección del nombre de un hijo. Razones como estas que acabo de exponer (tan lógicas o ridículas, o tan lógicas y ridículas) terminan marcando a una persona para el resto de su vida. Como si uno quisiera definir a su hijo en el nombre que le da, aunque en realidad se define a sí mismo. La ley debería permitir que nos llamemos con una letra, un número o un símbolo, como el cantante Prince, hasta la edad de poder decidir quién queremos ser. Lo propongo yo, que porto un segundo nombre que tiene toda una justificación en la elección materna, pero que detesto tanto que lo tengo guardado en el último cajón de la cómoda (no, no lo voy a decir). 
Porque además no es hasta la adultez cuando uno empieza a usar su nombre como tal. Mientras, somos básicamente apodo. Salvo que el niño se porte mal todo el tiempo y nos obligue a usar el que aparece en su documento (nadie reta a un hijo con su sobrenombre), la forma en que nombramos a nuestros cachorros suele ser el diminutivo, que nos permite personalizarlo al tiempo que lo rodeamos de un halo de cariño en las palabras. No suenan igual (ni son lo mismo) un Federico que un Fede o una Delfina que una Delfi. 
Así que, si están en la dulce espera y buscan nombres, más que nombres les recomiendo que busquen apodo. No hagan como yo, que le elegí a una un nombre cuyo apodo suena a palazo y el otro, de tan corto, directamente no tiene. O si van solo por el nombre, acepten que los van a terminar llamando de la forma más insólita.
Mi hija optó ella una deformación curiosísima de una forma en que la llamábamos de pequeña… y que es el apodo más común para otro nombre. Mi hijo acaba de decidir que quiere que lo llamen con un apodo que le inventó un amigo del jardín. “Me gusta que me llamen por un apodo porque es más lindo”, me dijo. Tiene razón. A mí, cuando me llaman por mi apodo, todavía siento que en esas cuatro letras va implícito el afecto con el que me rodearon en mi niñez, así que bienvenido que mis hijos eligieron su propio sobrenombre.

Post en Disney Babble Latinoamérica

Festejando el primer año de Disney Babble





Disney Babble cumple un año.  Feliz de ser parte de este proyecto y de festejar este primer aniversario.



Para mí, fueron 12 meses de una experiencia increíble, enriquecedora personal y profesionalmente. Un espacio para reflexionar sobre la maternidad y sobre mi maternidad. Y un gran punto de encuentro para intercambiar opiniones, puntos de vista y anécdotas. Este es el post que se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

Los cumpleaños son grandes motivos para celebrar, pero también son ocasiones perfectas para hacer balances, reflexionar y agradecer. Por eso, además de levantar la copa y brindar, convocamos a las blogueras que día a día comparten sus vidas en Disney Babble para que cuenten qué huellas dejó en ellas este primer año tan intenso y maravilloso.
“Fue un año de mucho aprendizaje, de mucha mirada interior. Esto de escribir sobre la familia, los hijos, la pareja y nosotras hace que haga revisiones, balances y cambios”, confiesa Jess Browne, y agrega: “Además, cuando vas leyendo y compartiendo te das cuenta de que estamos todas en la misma, todas haciendo lo mejor que podemos y que nada es tan malo ni tan perfecto”.
Para Javi Belmar, escribir en Disney Babble es un aprendizaje constante. “Escribir sobre cosas que me emocionan, sobre los prejuicios que he ido cambiando con el tiempo y leer los comentarios que dejan quienes nos leen, me hace mejor mamá cada día”.
Gabriela Tomassoni reflexiona: “Poder ayudar a otras madres a no sentirse solas en el día a día de la crianza es lo más gratificante de esta oportunidad. Estoy feliz de ser parte de esta comunidad y de que me permitan compartir mis historias como una buena #MalaMadre”.
Para Adriana Santagati, ser parte de Disney Babble le permitió tener un espacio de reflexión sobre su propia maternidad. “Me sirvió para pensarme como mamá y también para confrontar cómo otras madres manejan con perspectivas distintas (o veces del mismo modo que yo) situaciones muy diversas. Me hace estar con las “antenas” mucho más alerta, leyendo más, buscando más temas, observando más, y eso me ha hecho conocer historias muy interesantes ”, concluye.
A un año ya de formar parte del equipo de Disney Babble, estoy muy contenta por la comunidad que se ha creado, familias juntas creciendo a través de las vivencias compartidas”, reflexiona Susana Silva.
Beta Suárez, por su parte, no duda: “Escribir sobre mi familia me ayuda a ordenar las ideas, a destacar prioridades, a reírme del caos y a reflexionar sobre la cantidad de bendiciones que significa en mi vida”. Además, asegura que escribir sobre maternidad es catártico. “Tiene algo de querer compartir y transmitir, en mi caso con humor, para desmitificar, quitar miedos, resolver y criar en conjunto”.
Mariana Rolandi Perandones confiesa que un día descubrió que escribir en Disney Babble la reconciliaba con algunas de sus ideas y la confrontaba con otras. “Me permite curar heridas y mirarme como mujer; reírme de los líos cotidianos y poner en palabras mucho de lo que casi nunca digo. Sentarme y escribir esas líneas, cada semana, es siempre una reflexión sobre lo que soy y sobre el lugar en el que me paro en la vida”, dice.
Para Rosario Gerardi, “escribir sobre maternidad y familia es poner a flor de piel mi día a día, es aprender sobre los errores que cometemos como madres, es sentirse acompañada por una comunidad enorme de padres que tienen vivencias similares e inquietudes igual que yo”.
Any Fuchok confiesa: “Formar parte de la familia Disney, junto a ellos poder compartir mis historias de crianza, maternidad y estilo de vida con miles de madres ha sido un sueño hecho realidad”.
Luciana Torres dice que disfrutó de este año “a lo grande”, y agrega: “me encanta compartir este espacio donde como mamás contamos lo que nos pasa, para ayudar a otras a que hagan lo mismo y se sientan acompañadas en el maravilloso mundo de la maternidad”. 
Florencia Rolandi sostiene: “En este espacio, nos permitimos revisarnos, compartirnos e inspirarnos. ¡Me encanta ser parte!”.
Durante este año en Disney Babble, he tenido la oportunidad de conocer a gente increíble. He aprendido a ser mejor persona, compartiendo experiencias con otras mamás que nos siguen de diferentes lugares, uniéndonos siempre la maravillosa labor de ser madres”, cuenta, con emoción, Chuy Cruz.
En relación a este primer aniversario, Dessy Martínez habla del orgullo de ser una mamá bloguera de Disney Babble. “Me da la oportunidad de acercarme a las familias y compartir mis experiencias de maternidad y crianza. Llevo hasta los hogares de mis lectores otra forma de educar, respetuosa y empática con los pequeños y adolescentes”, señala.
Luli B. dice que, gracias a Disney Babble, descubrió que disfruta mucho escribiendo sobre moda. “Me encanta poder hablar de la moda desde un punto de vista real. Me fascina seguir buscando esto juntas porque creo que ser felices es el mejor regalo que podemos darle a toda nuestra familia, y eso se contagia y se comparte”.
La maternidad no es una carrera, es un paseo que hay que vivir y disfrutar”, advierte Isis Lugo, y confiesa: “Espero poder contribuir con mi granito de arena a que existan muchas más mamás informadas sobre lactancia, educación y familia, porque un mundo mejor empieza desde casa”.
Caro Lusa, por su parte, dice que en Disney Babble encontró un espacio “donde todas podemos preguntarnos si vamos bien, si podemos hacerlo mejor…y en el camino compartimos nuestros pequeños descubrimientos diarios”.
Para mí, escribir en Disney Babble es la oportunidad de conectar con otras personas a través de diversos temas que impactan en nuestro día a día. Es compartir experiencias, momentos, conocimiento y formar parte de una gran familia virtual en donde predomina la actitud positiva y la creatividad“, resume Ale Higareda.
Verónica Elizondo celebra este primer aniversario agradecida e ilusionada de tener la oportunidad “de entrar y compartir con diferentes familias como bloguera, de poder transmitir mis experiencias como mamá, esposa, chef, hermana y amiga”.

Por último, Agustina M. Alcorta, que está viviendo su primera experiencia como mamá, dice que se sorprendió al escribir sobre maternidad porque se dio cuenta de que le encanta: “Me motiva a buscar, investigar y aprender de otras mamás y a la vez a querer aportar mi granito de arena para seguir dando luz a las cosas lindas y no tan lindas que se viven en esta experiencia tan movilizante que nos cambia la vida en todos los sentidos”.

El fantasma de no verlos crecer

Miro a mi hija comprando en la verdulería. La espero en el auto y la veo desenvolverse con soltura, aprendiendo a hacer las compras. Pregunta a la vendedora cuánto es y desde el auto, donde estoy y la observo, intuyo que está haciendo cuentas, calculando el vuelto, y que festejará internamente cuando reciba la misma cifra, pequeños triunfos en el proceso cotidiano en el que “te vas haciendo grande”.
Y, de repente, un temor asfixiante se me viene encima como una sombra densa, viscosa: que yo no esté más allí para verla crecer. Que tenga que pelearse sola con el mundo, haciendo cuentas y calculando vueltos, que se decepcione y sea traicionada, que sufra y que llore, que proyecte y concrete, que se caiga y se levante, que celebre y que ame, que tema y que no tema temer. Que le pase todo eso y yo no pueda secarle las lágrimas, reírme en sus carcajadas, estrujarla en mi abrazo, sentir su odio frente a mis límites.
Por mi propia historia, siempre temí a las pérdidas. Mi padre me dejó de una forma absurda cuando era muy pequeña y siempre tuve muy presente lo efímera que es la vida. Pero la maternidad te pone en otro lugar. Temés la llegada del peor fantasma de una madre, que es la pérdida de un hijo, pero no podés permitirte el miedo a que seas vos la que no esté. Es una cuestión de instinto, de supervivencia: es inviable imaginar a tus pichones chillando solos en el nido, sin nadie que los ayude a volar.
Pero esta vez, por primera vez, sufrí la angustia de ese sentimiento. ¿Por qué ahora? Será porque me estoy acercando a los 40 y siento que el tiempo del reloj no es inagotable. O porque un cercano compañero, padre de tres hijos, se murió hace pocos meses en un accidente igual de absurdo que el de mi papá. O porque mi madre está atravesando un tratamiento oncológico y su enfermedad me hizo dar cuenta de que las madres (porque aunque ella sea abuela siempre será madre) no somos inmunes.
Muchas veces pienso que la supervivencia de la raza humana está dada por su inconsciencia. Si fuéramos conscientes de los peligros del afuera, de los boicots a los que nos puede llevar nuestra mente y de lo insoportable que puede ser el dolor, Adán y Eva se habrían encerrado en una cueva sin siquiera probar la manzana y la humanidad toda habría terminado en ellos dos.
Pero mi hija sube al auto, con su compra en la bolsa, ajena a mis cavilaciones, feliz por su pequeño triunfo con la cuenta. Y pienso en que, aunque daría cualquier cosa por tener una hoja de ruta que me marque a dónde y cuándo voy a llegar, lo fascinante de la vida es justamente que ese mapa no existe.
Somos todos iguales, solos y desnudos frente al camino, escarpado o en pendiente, recto o con curvas y contra curvas. No puedo garantizarles a mis hijos cuánto los acompañaré de copiloto, pero sí puedo permitirme levantarme por las mañanas con el visceral deseo de que estén siempre conmigo en mi auto, en todos los días que tenga que recorrer esta ruta. Y proponerme disfrutar intensamente de este viaje.
Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica. 

28 nov 2014

Cosas para las que las madres queremos tener tiempo



Ahora tengo mis horas encadenadas milimétricamente, como toda madre. Trabajemos o no, la maternidad termina avanzando sobre nuestra agenda y de pronto nos encontramos con que hace una década que no vamos al cine con una amiga o que la última vez que fuimos a la peluquería a hacernos las manos fue antes del parto. “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad”, dice una famosa canción de un grupo de rock argentino. No cambiaría por nada del mundo este tiempo que es hermoso, el de la maternidad, por volver al tiempo en que sí fui libre de verdad. 
Si a una madre le dieran a elegir qué quiere de regalo, apuesto a que no pide carteras, zapatos, perfumes ni ropa: pide tiempo. ¿Tiempo para qué? ¡Para tantas cosas! Esta es solo una breve lista de las 10 que elegimos con mis grupos de madres. ¡Seguro que cada una de ustedes va a poder agrandar la lista!
  1. Tiempo para un baño de inmersión. Llegábamos a casa después de un día agotador de trabajo, poníamos sales o espuma en la bañera, prendíamos una vela y nos relajábamos en un spa personal. Ahora, gracias si tenemos cinco minutos para ducharnos.
  2. Tiempo para secarnos el pelo. No importa si es invierno y hace dos grados bajo cero: nos ponemos un gorro o capucha y salimos con la cabeza empapada. Las mamás tenemos que aprender a optimizar el tiempo y encender el secador es un derroche. Ni hablar de hacerse los bucles o pasarse la planchita para alisar el cabello, la única plancha que conocemos es la de la ropa.
  3. Tiempo para dormir ocho horas seguidas. Es lo que recomiendan los médicos, ¿pero quién puede? Si tienes un niño pequeño, no tengo que entrar en detalles, ¿no? Pues bien, mejor acostúmbrate porque cuando crezca tampoco dormirás cuando te venga en gana. Los fines de semana tendrán competencias de deporte por la mañana y cumpleaños u otras actividades por la tarde (nunca más una siesta) y luego comenzarán a salir por las noches (¡y no dormirás hasta que regresen!).
  4. Tiempo para ir al baño solas. ¿Por qué siempre se les ocurre hacer una pregunta que necesita respuesta urgente en ese momento? Y por más que una cierre la puerta, igual se paran del otro lado, golpean e insisten sin posibilidad de esperar solo dos minutos.
  5. Tiempo para un encuentro sexy. Antes elegíamos la lencería, nos perfumábamos, preparábamos el clima y nos tomábamos todo el tiempo para el encuentro sexual con nuestra pareja. Ahora aprendimos que el exprés de 15 minutos también tiene su encanto.
  6. Tiempo para desayunar el domingo a la mañana. Un rato un día a la semana para una: preparar las tostadas o permitirse ir a comprar croissants, desplegar el diario sobre la mesa, disfrutar del café con leche o hacer todo eso en un bar. Bueno, quizás cuando nos jubilemos podamos volver a hacerlo.
  7. Tiempo para ver una película entera. Ya no pedimos ir al cine a ver un estreno (eso entra en la categoría “salida de pareja”, que se convirtió en un lujo asiático), sino ver el estreno un año después en el DVD de casa o en el on demand. Igual, por algo te van a interrumpir. Siempre.
  8. Tiempo para depilarnos. Verano, hace 40 grados y vemos una mujer por la calle en jeans. Primero, es madre. Segundo, no somos las únicas. Para dedicarnos dos horas a nosotras en cualquier actividad de un salón de belleza tenemos que pedir autorización a un notario. Por eso aprendemos a hacerlo todo en casa: la depilación, la manicura, el color… y así nos queda el resultado final, claro. 
  9. Tiempo para trabajar. Las madres del home office tienen muchas ventajas y también desventajas. Lograr que los niños entiendan que mamá está trabajando es directamente una misión imposible. 
  10. Tiempo para mirar vidrieras. Si vamos a un centro comercial, seguro será para comprar ropa para los niños o comprar un regalo… para otro. ¿Tomarnos dos horas para recorrer y mirar lo que venden los negocios de indumentaria femenina? Con suerte nos tenemos que conformar con ver los modelos de estación en una revista (y a veces ni siquiera eso).

12 cosas que aprendí de la maternidad

Cada vez que se acerca una fecha especial, empiezan a abrumarnos con las campañas publicitarias para que hijos (y maridos) recuerden cómo deben agasajarnos. Entonces, me puse a pensar, a diez años de que mi primer test de embarazo diera positivo, sobre qué había aprendido en todo este tiempo. O, mejor dicho, qué me enseñó la maternidad.


  1. Aprendí que el dolor de otro se puede sentir en las entrañas, más fuerte que tu propio dolor, y también que su alegría te hace reír el alma.
  2. Aprendí que tengo capacidades que me eran absolutamente desconocidas, como niveles de paciencia que se elevan al infinito. A veces, cuando parece que vas a explotar… sacás un resto que tenías guardado, contás hasta 10 y seguís hacia adelante. 
  3. Aprendí, como me dijo una mamá del jardín, que los hijos son la horma de tus zapatos: siempre van a plantear un nuevo desafío y a confrontarte con tus propios esquemas. Los hijos te enseñan algo nuevo cada día: la maternidad es un aprendizaje de por vida.
  4. Aprendí a respetar las diferencias. Dos hijos son dos universos completamente distintos. En mi relación con cada uno de ellos, aprendí a identificar características, preferencias, potencialidades y dificultades para guiarlos en el camino.
  5. Aprendí a vencer mis miedos. Mamá tiene que ser capaz de derrotar a los monstruos que se esconden bajo la cama y a las arañitas que trepan por la pared.
  6. Aprendí a construir nuevos vínculos. Los hijos nos abren otro mundo con sus propias relaciones y cuando creés que tenés completo tu carnet de amigos, te descubrís compartiendo secretos con la mamá de uno de sus compañeros del colegio en una nueva amistad inquebrantable.
  7. Aprendí a valorar como nunca antes el poder del contacto físico. Tus brazos pueden calmar a tu bebé que llora, pero cuando él te tira los suyos y te rodea el cuello con sus manitos, todo lo malo del día se disipa.
  8. Aprendí a resolver desde problemas simples, como sacar el cepillo de dientes que cae siempre en el hueco entre la pared y un mueble que no se puede mover, hasta problemas complejos que involucran emocionalmente a mis hijos.
  9. Aprendí a organizarme. Es cierto que ser madre requiere habilidades gerenciales. Hay que distribuir el tiempo y los recursos, planificar, prever, trazar recorridos… soy el CEO de mi pequeña empresa familiar.
  10. Aprendí a siempre tener una respuesta o a comprometerme a tenerla. Vale un “no lo sé, pero te lo averiguo” o un “déjamelo pensar”, pero sabiendo que ellos esperan una devolución de nuestra parte.
  11. Aprendí a comerme las lágrimas o las ganas de golpear una pared cuando las cosas les salen mal y, en cambio, secarles las suyas y buscar una palabra de aliento.
  12. Aprendí a dejarme sorprender. Porque de eso, básicamente, se trata esta hermosa aventura de ser madre. 

Tíos y sobrinos, a la distancia

Hace unos meses, encontré en un baúl cuatro grabaciones en Súper 8 de un viaje que hice a Italia con mi madre en 1981. Yo tenía cinco años, mi padre había muerto hacia dos, mi madre nunca había vuelto a su pueblo natal y los hermanos que habían quedado allí querían verla.
Nunca hablamos de lo que significó ese viaje para ella, pero sí se muy bien lo que significó para mí: descubrir una enorme familia, con tíos y tías amorosos, primos de mi edad con quienes jugar, dos meses de diversión y todos los consentimientos que pudiera desear. También significó, cuando lo recordaba años más tarde, mucho enojo porque esas vacaciones habían quedado suspendidas en el tiempo y esa rama de mi familia no formaba parte de mi realidad cotidiana.
Recuperé esos videos. Daniel, de Panorámica, experto en compactar las imágenes de los futuros recuerdos de mis hijos, hizo un trabajo artesanal y el DVD del viaje fue el regalo del Día de la Madre para la mía. “¿Se lo tenés que dar hoy? -inquirió mi hija- Va a llorar todo el día”.
Pero mi madre no lloró. Mi hija se enojó (“Tenías que llorar porque yo te quería CONTENER”) y la Nonna respondió que se había emocionado “por dentro”.
Las lágrimas eran mías. No me había emocionado verla a ella joven, ni verme a mí a la edad que tiene mi hijo hoy, saludando a la cámara con los vestidos vaporosos con pechera de nido de abeja que mi madre me cosía. Lo que me quebró fue ver a mi tío Pasquale levantándome en andas en una excursión a una villa romana, feliz él, feliz yo.
Cuando me vi con él, los vi a mis hijos subidos a los hombros de mi hermano mientras caminábamos una tarde de primavera cerca del río. Él hizo el viaje inverso a nuestra madre y se radicó en Italia hace más de una década. En sus esporádicas vacaciones en Buenos Aires, el repitió con mis hijos lo que mis tíos hacían conmigo.
Sentó un nudo en el estómago porque yo sé lo que es perderse esas caricias y esos abrazos. Pero luego reflexioné que las cosas no tenían que ser exactamente iguales para mis hijos.
Cuando era pequeña, para llamar por teléfono había que encomendarse a la operadora internacional, y las comunicaciones eran tan caras que sólo se reservaban para las Fiestas. El correo tardaba horrores, y las tarjetas de Navidad llegaban para Pascuas. Y las cartas, con la misma lógica, tenían el tono del destiempo cuando uno las leía y cuando las escribía para contar algo que ya podría haber caducado cuando llegasen a manos del receptor.
Hace unos pocos años, mi tío Pasquale –que soñó ser periodista en los ’40, pero no se animó porque su madre no habría soportado un corresponsal de guerra—me hizo un regalo. Me mandó un libro-cuaderno que él mismo escribió con sus poemas. Era muy bueno como poeta. Me lo dedicó. Lo sentí entonces como un guiño pero sólo hoy, después de ver su imagen conmigo en ese video, puedo resignificarlo.
Agradecí a la tecnología. Agradecí infinitamente a internet y a quien inventó el web chat. Cada mañana, cuando abro mi correo electrónico, sé que estarán allí los mails de mi hermano para comentar, sin delay, las noticias del día desde el otro lado del océano. Mis hijos le hacen dibujos que también le mandan por mail. Cuando vamos a un museo o a un festival de ciencias, se sacan fotos para enviarle al tío, al igual que cuando se disfrazan o se pintan la cara en un cumpleaños. Chatean con él y el más chiquito, como no escribe, le pone emoticones.


Mi prima -la que me empujaba en el video- ahora también es mamá y sigo el crecimiento de su bebé casi semana a semana, foto a foto. Estamos todos tan lejos, como mi madre y su familia, pero tanto más cerca. ¡Cómo lo habrían disfrutado mis tíos…!

Feliz día a todos mis padres



Soy huérfana de padre desde los dos años y medio. Así que el día del padre siempre fue para mí un día extraño. En la infancia, sentí más su ausencia en las fiestas como la Navidad, cuando fantaseaba que él se aparecería en Nochebuena, como en una telenovela, diciendo que no estaba muerto sino que se había ido de viaje, y se sentaría a mi lado en la mesa. El día del padre íbamos al cementerio con mi madre a llevarle flores –aunque nunca, ni entonces ni ahora, sentí que mi padre esté debajo de una fría lápida de mármol– y ella compraba regalos que yo les daba a los hombres de la familia. Pienso ahora, a la distancia, que mi mamá hacía muy bien en comprarles esos modestos regalos que permitía la economía familiar. 
Pienso también que esos hombres fueron piezas que me ayudaron a componer el puzzle de lo que para mí es hoy la figura paterna, y de algún modo lo que yo soy ahora.
A mi papá lo armé y lo aprendí a querer con los años. Nunca me enojé con él porque se hubiera ido tan pronto, pero sí me llevó tiempo entender que, pese a lo prematura de su partida, no era una ausencia sino una presencia. Los únicos dos recuerdos que tengo de él son tangenciales: no está presente, pero su peso en ellos no es por eso menos fuerte. En el primero, lo estoy llamando para que venga a almorzar; en el segundo y último, siento que algo grave pasa: es el accidente sin sentido que se lo llevó. Qué pasó y cómo pasó lo fui recomponiendo con el tiempo y años de terapia, del mismo modo que cómo era él. Acopié los pocos objetos suyos que quedaban en mi casa familiar, como sus viejos discos de pasta. Obsesivamente busqué durante años alguna foto en la que me tuviera en brazos: no la hallé, pero eso no me impidió sentir que esos abrazos habían existido, y que yo había sido muy deseada y muy querida. La vocación de periodista me ayudó a ir buscando fragmentos, y a hilvanarlos. Así, en el testimonio de los otros, conocí a un hombre entero, extremadamente trabajador, colmado de valores, dispuesto al sacrificio, solidario con los otros, abnegado con su familia, con un sentido del humor ajustado pero irónico. No logré conectarme aún con el tango, la música que lo apasionaba, pero como insiste un colega, el tango sabe esperar así que quizás él y mi padre puedan seguir esperándome. Aprendí a reconocer sus rasgos en mi rostro, y Dios o la genética me regalaron que mi hija tuviera sus mismos ojos, los que yo no recuerdo pero mi madre me describió. Recién entonces, cuando en ella lo miré a él, pude sentir que cerré un círculo.
Mi hermano mayor, muy mayor (nos llevamos 16 años), ocupó en muchos aspectos la figura paterna en la construcción de mi psique. A él le agradezco haber aceptado esa carga tan enorme que la vida le impuso, y la formación que me dio en mil aspectos. Buena parte de la persona que soy lo soy por lo que él es. Y también le agradezco que haya sabido ser siempre mi hermano, para organizar peleas a las trompadas en el medio de la cocina o conspirar juntos para comprar cosas prohibidas en el supermercado a escondidas de mi madre. Crecimos y ya no nos peleamos: vivimos lejos, pero conectados por la tecnología. Ahora tenemos diálogos larguísimos y profundos (y tontos también) vía e-mail. Y con esfuerzo aprendimos ambos a poner nuestra relación en su lugar, y a disfrutarla enormemente. 
Mi tío es el patriarca familiar. Estuvo para comprar comida cuando no había dinero y para llevarme a la calesita los domingos a la tarde. Para contarme cuentos y para ayudarme a tener mi primera casa. Para cargarme al hospital de urgencia cuando me sentía mal y para leer frente a 100 personas en mi casamiento. Para retarme y malcriarme. Para ocupar ahora el sillón del nonno de mis hijos. 
Mi padrino es el teléfono siempre abierto. La respuesta para la duda más diversa, la búsqueda pragmática de soluciones. El que me ayudó a tener mi primer trabajo hace 20 años, el que se aparece ahora con una sorpresa porque sí, porque cree que te va a ser útil. El hombro en el que sé que siempre, pase lo que pase, me voy a poder apoyar. 
mi esposo es el que resignificó este día. El que hizo que empezara a festejar el Día del Padre. El que me dio dos hijos increíbles, el que me acompaña día a día en la compleja construcción de la maternidad.
El que celebro como mi pareja y vuelvo a elegir como compañero de mi vida. El que me sabe poner en eje, aplaude mis logros y me alienta en mis errores, la persona con la que 17 años después me sigo riendo y emocionando (no de las mismas cosas, sino de nuevas cosas en las que coincidimos), con la que puedo discutir constructivamente, a la que puedo mirar y decir que me enorgullece que sea el padre de mis hijos. 


A ellos, a todos mis padres y a todos los padres, muy feliz día.

24 nov 2014

"No esperes el primer golpe"


Una nueva campaña alerta sobre las primeras señales de la violencia cotidiana. Dónde pedir ayuda. 





295 mujeres y chicas murieron en 2013, víctimas de la violencia de género. Una muerte cada 30 horas, contabiliza la Casa del Encuentro, la ONG que lleva el único registro de los asesinatos de mujeres. Además, hubo 39 femicidios vinculados de hombres y niños (como parejas o hijos de la mujer a quien el femicida quiere atacar). Este año, las estadísticas no han sido mejores: semanalmente leemos o escuchamos historias de mujeres asesinadas por sus ex parejas, chicos muertos para dañar a su madre "donde más le duele", o mujeres que sobreviven al calvario de los golpes y el maltrato psicológico, sexual y económico.

El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Entre las varias acciones que se harán desde el Estado y las organizaciones civiles para conmemorar la fecha, se destaca una campaña del Ministerio de Desarrollo Social porteño, para llamar la atención de las mujeres sobre la violencia cotidiana, ésa que está institucionalizada como parte del vínculo de la mujer con su pareja, en todas las clases sociales.  

Soledad Silveyra interpreta a "María", una mujer que llega tarde a su casa después de una larga jornada de trabajo como empleada doméstica y enfrenta la furia de su marido porque, por su demora, no llegó a tiempo para calentarle la comida. Guillermina Valdés, "Sofía", ilusionada con la fiesta de casamiento de una amiga debe soportar el embate de furia de su marido que quiere irse, reclamándole no pensar en él, que tiene un “partidito” con los amigos la mañana siguiente. Y Laura Esquivel representa a "Camila", una joven que quiere ir a bailar con sus amigas, pero se ve obligada a ir en compañía de su novio. Los cortos se proyectarán hoy a las 15, en la Plaza Vaticano, junto al Colón.

La campaña se llama “La violencia es igual para todas. No esperes el primer golpe” y busca alertar sobre esas primeras señales del comienzo del espiral de violencia, que puede llevar a un desenlace fatal. Y, también, acercar la línea de asistencia inmediata para víctimas 0800-666-8537. A ese número se puede llamar gratis, de manera anónima, los 24 días del año.


Tanto a nivel nacional, como provincial y municipal, hay distintas instancias donde recurrir, todas gratuitas y con amplios horarios de atención. Aquí se puedeconsultar un listado de lugares y teléfonos. Lo importante, siempre, ante la duda, es pedir ayuda. Y no tolerar ninguna situación de violencia. Incluso ésas en las que la mujer quiere creer que no la hubo.


Dermatitis atópica: un problema frecuente


El 20% de los bebés y niños la sufren. Cómo transformar el tratamiento en un momento placentero.






La dermatitis atópica es más frecuente de lo que se cree. Esta enfermedad inflamatoria crónica de la piel afecta a un 20% de los bebés y niños, y a un 10% de los adultos.

En los bebés menores de 2 años, las lesiones de piel empiezan en la cara, el cuero cabelludo, las manos y los pies. En niños mayores y adultos, la erupción se observa con mayor frecuencia en el interior de las rodillas y los codos, al igual que en el cuello, las manos y los pies, detalla el sitio de información de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. La picazón intensa, que es muy común, puede empezar antes de que aparezca la erupción, y es muy molesta para quien sufre la enfermedad.

El tratamiento siempre debe prescribirlo un especialista. La Sociedad Argentina de Pediatría recomienda medidas generales como usar ropa de algodón, cremas humectantes también indicadas por el dermatólogo, evitar los baños prolongados y con agua muy caliente. El médico puede prescribir también cremas con corticoides para usar localmente, antihistamínicos por vía oral para disminuir el prurito y antibióticos cuando las lesiones están infectadas. 

Desde el laboratorio Avène, que acaba de lanzar su nueva línea XeraCalm A.D. de emolientes que actúan en los distintos factores que desencadenan la dermatitis atópica, sugieren que los padres tomen la rutina de aplicación de la crema como un momento de cuidado especial. Y difundieron una guía para aplicar las cremas y, al tiempo que se alivia al bebé, promover un espacio de interacción, contacto y ternura con su mamá y/o su papá:
  • La preparación: acostar al niño. Untar las manos con una pequeña cantidad de emoliente y frotarlas para calentar el producto. 
  • Los miembros inferiores: colocar la mano bien extendida en el tobillo y dirigirla hacia la parte superior del muslo, empezando por atrás y terminando por delante. 
  • Los miembros superiores: colocar la mano bien extendida en la muñeca y diríjala hacia las axilas. 
  • El torso: colocar las manos bien extendidas y en paralelo en la parte inferior del vientre e ir subiéndolas hacia el cuello mediante gestos circulares. Luego descender hacia los hombros mediante un movimiento envolvente. 
  • La espalda: poner al niño en posición sentada y colocar las manos en la parte inferior de su espalda. Subir hacia la nuca describiendo grandes círculos. 
  • La nuca: seguir realizando gestos circulares y, si fuera necesario, subir hasta las orejas y continuar el masaje con la yema de los dedos, sin olvidar la unión entre el lóbulo y la mejilla. 
  • El rostro: realizar el masaje con los dedos de forma simétrica. Colocar los dedos bien extendidos en la parte superior de la frente, bajar hacia las sienes y volver hacia arriba, pasando por la nariz y debajo de los ojos. A continuación, pasar los dedos por las aletas de la nariz y las mejillas y seguir en dirección al cuello, pasando por la barbilla. Si fuera necesario, aplicar el emoliente con la yema de los dedos en los párpados, la boca y la comisura de los labios. 
  • Las manos: poner la mano del niño entre los dedos y realizar el masaje alternando los pulgares. Realizar un masaje en el dorso de las manos con sus dedos, dirigiéndolos hacia las muñecas. 
  • Los pies: realizar el masaje alternando los pulgares, empezando por la planta del pie y los deditos, y siguiendo por la parte posterior del pie hasta el tobillo. 



Foto: Flickr/Ray Dumas