15 feb 2017

Más que una bebida


Que nuestro cuerpo necesita una hidratación adecuada ya es sabido (los famosos dos litros de agua por día). Que nos cuesta cumplirlo, también. Que lograr que los chicos tomen agua (y no sólo juguitos artificiales) es casi tan difícil como que coman frutas y verduras, igual. Del mismo modo que meter en la dieta alimentos naturales frente a la batería de productos industrializados. 

Por todo esto, me gustó mucho la idea del último libro de Pía Fendrik. Cocinera, experta en food styling y en difusión de una cocina rica y simple (como la de su colección Rico y Fácil, que tengo casi completa), ahora se metió con las bebidas de moda: jugos, licuados y smoothies. 

El libro, que se llama así, lo editó Catapulta en pleno verano, momento ideal para esas bebidas. Pero la propuesta es ideal para sumarla a la dieta de todo el año, en especial con los más chicos. El libro tiene muchas recetas con las divinas fotos de Angela Copello, pero también algunos buenos consejos para tomar en cuenta. Aquí, les comparto 10 ideas. 

1. La cocina es un gran laboratorio que nos está esperando para que, con ensayo y error, cada uno logre sus propias creaciones. 

2. Si tenemos en casa una licuadora que no es muy potente, rallar la fruta o cortarla en porciones pequeñas antes de licuarla. 

3. Tener en el freezer fruta congelada en cubos es una buena opción para improvisar licuados o smoothies en el momento. 

4. Si vamos a usar frutos secos en una de estas preparaciones, remojarlos 12 horas antes en agua. 

6. Los licuados, smoothies y aguas saboreadas deben tomarse en el momento porque se oxidan rápido al contacto con el oxígeno. Si se van a guardar, hay que hacerlo bien tapadas, y en la heladera. 

7. Las frutas aportan mucho azúcar. Por eso no es necesario agregar azúcar, más si están maduras. Si igual queremos preparaciones más dulces, ponerles poca azúcar. A la hora de endulzar, es mejor el azúcar orgánico sin refinar. También se puede endulzar con azúcar mascabado (que tiene un proceso de refinado mínimo por lo que mantiene sus vitaminas y minerales), frutas muy maduras, frutas desecadas, miel o estevia.

8. Las aguas saboreadas son una alternativa interesante para hidratarnos, en especial aquellas personas que no les gusta el agua por ser insípida. Cortar la fruta en láminas bien finitas para que la superficie de contacto en el agua sea mayor y le transfiera más sabor. Cuanto más tiempo se deje macerar, más intenso será el sabor de la bebida. 

9. Los licuados brindan sensación de saciedad y son beneficiosos para el sistema digestivo porque contienen la fibra de la fruta. Si no nos gustan muy espesos se les puede agregar hielo y agua. 

10. Los smoothies tienen una consistencia más firme, entre un licuado y un helado. Se logra incorporando fruta congelada y poco líquido, y en casi todos se elige al menos un ingrediente bien cremoso, como palta, banana o aceite de coco, para obtener esa textura buscada. Son ideales para un desayuno nutritivo.  


Para seguir leyendo: Jugos, licuados y smoothies. Por Pía Fendrik (fotografías de Angela Copello). Editorial Catapulta, 214 páginas, $ 349

La educación musical


Recuerdo ese día (o, mejor dicho, esa noche) “fundacional” en mi vida. Mi hermano llegó a casa con un walkman, un aparato capaz de abrir mundos, de permitirte llevar tu música a todas partes. En mi casa sólo había un tocadiscos gigantesco y una radio Noblex Siete Mares que supuestamente enganchaba emisoras en todo el planeta, y que era casi tan grande como el tocadiscos. El walkman fue una revolución para mis 11 años y el casette que mi hermano trajo para estrenarlo me inició en la música: The Joshua Tree, de U2.

El disco está cumpliendo 30 años y Bono y compañía anunciaron festejos con una gira que, por ahora, no incluye Sudamérica. Los vi las tres veces que vinieron a la Argentina y si bien hace años que no escucho un disco de U2 entero, la banda es parte de mi historia. Será porque siempre estará asociada a esa noche de 1987, a mi hermano que me los hizo escuchar, al walkman y a la iniciación en la adolescencia. 

Mis gustos musicales cambiaron, evolucionaron, se ampliaron y al mismo tiempo se hicieron selectivos. Siempre digo que soy ecléctica, que me gustan muchas cosas, pero no me gusta de todo. Y aquí empieza el asunto. Cuando como padre creés que la música es como el club de fútbol, y que a tus hijos le va a gustar The Smiths por “herencia”, la misma causa irracional que los hace gritar como dos locos en la platea Alcorta. Pero no. La educación musical, amigos, es uno de los capítulos más complejos de la de por sí compleja educación. 
Cuando eran bebés, el “Babies go” te simplificaba todo. Desde Bob Marley a los Rolling Stones, todo podía pasar por ese tono xilofón capaz de convertir a “Satisfaction" en una  soporífera canción de cuna. Fueron creciendo y les hacía escuchar mi música, la que yo escuchaba en cada etapa (digamos que tengo un corpus de base al que voy matizando con otros intérpretes en distintos períodos, como si fuera un pintor). A los 11 meses, por ejemplo, Paloma deliraba con “Hung up” de Madonna o a los 6 años Joan amó instantáneamente “Sunset” de The XX. 

Pero no me pregunten qué pasó. Hay un momento en que los hijos despliegan las alas y vuelan. Y sin saber cómo, te los encontrás un día bailando “Regaetón lento” en el living. ¿Perdón? 

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La escuela, los amigos, la televisión, la ósmosis: no sé. ¿Y entonces? Yo me resigné a medias. Cada tanto, a la noche, mientras cenamos, pongo Spotify en el celular con la premisa de que cada uno vaya eligiendo un tema para musicalizar la cena. Ahí, sigo insistiendo con mis principios, hago de tripas corazón y acepto algunas cosas que me resultan “inescuchables” y los insto a poner esas canciones que a ellos les gustan y a mí también, y a explorar otros temas de esos intérpretes. Descubrí que la música es un buen ejemplo de cómo tus hijos te confrontan con que tu palabra quizás no sea la sagrada. Me parece, como padres, que hay que pensarlo, más allá de esto. Y escuchar lo que ellos tienen para decir. 

Así que intento aprender de sus gustos y, especialmente, entenderlos. Entender qué los motiva y qué les interesa. Al fin de cuentas, mi mamá me hizo escuchar toda mi infancia las canciones italianas de los domingos de Italianísima, y me generó el efecto adverso. Mostrarles lo que nos gusta, explicarles, prestarles atención, compartir. De eso se trata. Esta noche voy a hacerles escuchar otra vez The Joshua Tree. A lo mejor ocurre el milagro y pueden descubrir la magia que se esconde en los acordes de “With or without you”.
















12 feb 2017

La foto romántica de tu pareja




Siempre amé las fotos. Tomarlas (aunque soy bastante mala como fotógrafa) y mirarlas. Me gusta encontrarme con fotos de casualidad y recordar los momentos que esa imagen capturó. Cada foto encierra una historia.
Un poco esa idea es la que atraviesa el concurso que organiza un sitio de bodas, que invita a fotógrafos a enviar sus fotos de compromiso. También tiene un concurso de fotos de casamientos, pero en estas, aunque son retratos de parejas, no hay vestidos blancos, ni ramos de flores ni novios de traje. Hay escenas espectaculares, pero también gestos, detalles. Amor puro.
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Foto: Kerry Morgan

Las imágenes que seleccionó el jurado son perfectas, lo que una esperaría antes del cartel de The End de una película romántica.
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Foto: Nisha Ravji

Algunas, incluso, parecen composiciones artísticas, como el espiral que lleva al amor o los protagonistas mirando una aurora boreal que corta el aliento.
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Foto: Ekaterina Mukhina
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Foto: Cole Roberts
Pero las que más me gustan son las simples, la que reflejan el amor sin espectacularidad. Un abrazo, una mirada, ambos dormidos: como en la serie de una ilustradora coreana que les mostré aquí hace un tiempo, yo creo fervientemente que el amor es eso, una suma de pequeñas cosas.
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Foto: Eastlyn Bright

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Foto: India Earl
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Foto: Emily Broadbank
Creo que eso es lo que simbolizan estas fotos: la carga romántica que subyace en estos vínculos. Y, en ese sentido, no se necesita un fotógrafo experto, ni una súper cámara y mucho menos un escenario espectacular. Todas las parejas podemos tener nuestra foto romántica increíble.
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Foto: Lucy Fell

Yo tengo dos preferidas, ésas que cuando miro reconozco el amor que me sigue uniendo a mi esposo tantos años después. En una de ellas me está sosteniendo por el aire en unas vacaciones hace 15 años, tanto tiempo atrás que pareciera que somos otros los que estamos sonriendo (pero no, somos nosotros: cambiamos y seguimos siendo nosotros). Otra es un retrato familiar que nos tomaron en un casamiento, en el que yo sostengo a mi hijo de pocos meses y mi hija se apoya sobre su papá. Por supuesto que los hijos también pueden estar en una foto romántica, ¿o no son parte fundamental de nuestra historia de amor?
Las invito a que visiten la galería completa de Junebug Weddings en este link, y también a que busquen en sus álbumes, su computadora y sus celulares para encontrar esas fotos románticas que más les gustan de su pareja. Seguro se van a volver a emocionar.

Foto: Alicia White / Junebug Weddings

Las marcas que deja una abuela


Mis hijos son muy chicos todavía, pero a veces los veo relacionarse con su abuela y me pregunto cómo seré yo si es que alguna vez lo soy. 

Ese pensamiento se me volvió a cruzar hoy en el cine, donde habíamos ido a ver “Moana” con Paloma y mi mamá. Me gustó mucho la idea de que la protagonista no es una princesa sino la “hija del jefe” y, como futura jefa ella, hará las cosas a su manera. Los pilares no se construyen sólo con piedras, y el estilo femenino no significa debilidad, sino un modo innovador de tomar resoluciones. Eso se verá en una de las últimas escenas, cuando Moana ponga su “piedra” como lo venían haciendo desde hace siglos sus antepasados en la isla. 

Pero hubo otra idea que me gustó más en la película, y es ésa de que las abuelas pueden determinarnos de una manera crucial. A quién no le gustaría tener una abuela que, como una raya gigante, nos guiara por el mar incluso después de haber partido… La realidad no es así, pero sin dudas las semillas que siembran en nosotros nuestras abuelas son imborrables. 

Yo no tuve abuelas (la paterna murió mucho antes de que naciera y la materna cuando había cumplido un año, así que no tengo ningún recuerdo de ellas. Pero mi tía Albina ocupó ese lugar. Me hacía las tortas de cumpleaños, me malcriaba, me “ponía los puntos” muchas otras veces, me enseñó muchas cosas relacionadas con lo femenino y con los placeres, y me incentivó la pasión por la cocina. Me recuerdo escudriñando su estuche de esmaltes de uñas, como una caja de tesoros, leyendo una y otra vez sus libros de Chichita de Erquiaga o sus revistas de decoración de tortas, oliendo sus perfumes, revisando sus placeres en busca de sorpresas. Tantos años después, pude descubrir en mi personalidad esas pequeñas marcas, y otras más profundas.


Mi hija vio casi toda la película tomada de la mano de su nonna. Tiene por ella una devoción que sólo se puede sentir por una abuela. No sé cómo serán las huellas que los momentos que comparten dejarán en Paloma cuando sea adulta, pero estoy segura de que mi madre es una influencia maravillosa y que es una suerte enorme que la tenga cerca. Los abuelos son una fábrica de recuerdos, pero son más que eso: nos entregan, como en la película, un corazón que tenemos que volver a colocar en su lugar. Nos incitan a cruzar el océano y son la ola que nos vuelve a subir al bote cuando el asunto se complica. A Moana, su abuela la ayuda a descubrir quién es. Probablemente no sea la única nieta que así se conoció a sí misma. 


Disfrutar de los abuelos



Sábado a la noche. Me estoy preparando para una fiesta y mi madre, que una vez más me salvó convirtiéndose en niñera, conversa con mi hijo mientras él se baña. Yo los escucho desde la habitación. Joan le cuenta una historia fantástica de una vez que con sus amigos se encontraron con una gallina en un río (?), inspirada en una historia real de cuando mi mamá, adolescente, les pinchó una pelota a unos chicos. El le pide que se la cuente de nuevo. Y ella lo hace y él se divierte como cada vez que la oye contarla.
Pienso en qué maravilla que son los abuelos y en qué afortunados son mis hijos (y yo) de tener a mi madre. No tengo ningún recuerdo de mis abuelos porque tres murieron antes de que yo naciera y mi abuela materna, cuando tenía sólo un año. Pero mis tíos tomaron ese lugar para regalarme tardes eternas de plaza, cuentos increíbles, cucuruchos gigantes, tortas de cumpleaños, horas y horas de juegos, jugo de naranja recién exprimido en el desayuno, regalos deseados y todas esas cosas que hacen los abuelos.
Pienso también en que mis hijos no tienen a tres de sus abuelos. No pudieron conocer a mi padre, ni a los padres de su papá. Cuando escucho a mi hijo con su nonna, no puedo evitar un nudo en la garganta porque, aunque tampoco la conocí, sé cómo los habría llenado de amor la abuela Alicia. También imagino los juegos que les habría inventado el nonno José y cómo habrían alentado los tres a su equipo con el abuelo José María.
Todas tenemos diferencias con nuestros padres, o en algún momento las hemos tenido. Es sano, en un punto, porque confrontar con tu mamá o tu papá es necesario para diferenciarte y construir tu propia personalidad. Puede ser que esas diferencias se mantengan en la vida adulta, pero si me lo permites, hay un consejo que quiero darte: si sus hijos tienen la fortuna de contar con sus abuelos, ayúdenlos a que puedan disfrutarlos. 
Si existen diferencias, que no afecten la relación de ellos con sus hijos. Si tus padres no son como los deseas, acepta lo que hay y trata de sacar el mejor provecho. Si sí lo son, bienvenida esa fortuna: comparte con ellos cada momento que puedas. Pero, sea como sea, insisto, trata de que tus hijos puedan disfrutar de sus abuelos. Permíteles compartir tiempo juntos, y que los malcríen un poquito. Incentiva a que hablen por teléfono por las noches, y les cuenten algo de su día. Si están lejos, usa y abusa del WhatsApp y otras herramientas tecnológicas para que estén más cerca. Si los tienes aquí, apóyate en ellos para, por ejemplo, organizar una noche romántica con tu pareja mientras tus hijos quedan al cuidado de buenas manos.
Creo que los abuelos son la mejor fábrica de recuerdos que tenemos en la infancia. Muchos de mis recuerdos más lindos tienen que ver con esos tíos-abuelos: podría llenar cajas y cajas de fotos mentales de tardes hermosas. Deseo que mis hijos, cuando sean adultos, tengan esas cajas también repletas de sus propios recuerdos como nietos felices, que los acompañarán toda su vida.
  

2 feb 2017

10 consejos para cuidar los ojos



Empezó febrero y aunque comienzan a aparecer los mensajes que nos muestran que el verano se termina (tipo las góndolas con útiles escolares ya en los supermercados) todavía falta bastante. De hecho, mucha gente aún no se fue de vacaciones, los chicos siguen en la colonia y las piletas públicas y privadas se llenan los fines de semana porque el calor no parece por ahora dispuesto a ceder.

Hace unas semanas escribí aquí algunos datos para tener en cuenta y aprender por qué en el verano es más importante protegernos del sol. Pero hablamos siempre de la piel y nos olvidamos de otra parte muy importante de nuestro cuerpo que puede estar en riesgo por los rayos ultravioleta: los ojos. Por eso, van otra serie de consejos para aplicar, incluso más, en estas semanas veraniegas que todavía nos quedan por delante:
  1. Los rayos UVA y UVB son altamente dañinos para la vista y también para otra zona comúnmente olvidada: la piel de los párpados. Por eso siempre hay que protegerse usando anteojos de sol con protección UVA y UVB.
  2. Lo importante en los anteojos de sol no es el color del lente, sino que tenga la protección adecuada contra los rayos UV. No hay una relación directa entre el tono del cristal y el grado de protección: no significa que cuanto más oscuro sea el vidrio más nos protegerá, ya que incluso hay anteojos transparentes que tienen filtros ultravioletas. Siempre comprar los anteojos en ópticas reconocidas.
  3. A la hora de elegir el modelo, es preferible que su formato sea envolvente y que cubra toda el área de los ojos. Usar lentes también en los días nublados.
  4. Para evitar la irritación de los ojos al nadar o al practicar deportes en la pileta o en la playa es necesario el uso de antiparras protectoras.
  5. El agua clorada de pileta y la playa colmada de gente elevan el riesgo de conjuntivitis virales. Para cuidar la higiene ocular, no compartir toallas; evitar refregarse los ojos con las manos sucias; lavar la cara con agua y jabón al salir de la pileta; y usar lágrimas artificiales para mantener los ojos lubricados.
  6. Si se usan lentes de contacto, sacárselos antes de entrar a la pileta porque los microorganismos podrían adherirse, crecer allí y producir una infeccion en la córnea. Tampoco usarlos en el mar: elegir anteojos de sol con graduación.
  7. Los chicos también tienen que proteger sus ojos: recordar que el 80% de la exposición solar a la que estamos sometidos en nuestra vida la acumulamos en la infancia y la adolescencia. Y si esto vale para la piel, también para los ojos. Evitar que se expongan al sol al mediodía, ponerles gorros y acostumbrarlos a usar lentes con filtro UV a partir de los 5 o 6 años. 
  8. El aire acondicionado, cuando se usa de manera prolongada, puede incidir en el síndrome del ojo seco. Por eso es recomendable mantenerlo a entre 21 a 25 grados.
  9. Las pantallas pueden causar fatiga o molestias oculares. Darles un descanso también en vacaciones y hacer otras actividades recreativas.
  10. Nuestras abuelas nos decían que las zanahorias hacen bien a la vista, y tenían razón. Alimentos como las zanahorias, las hojas verdes, los duraznos, las cerezas, las frutillas y las naranjas, son ricos en vitaminas A, E, C y antioxidantes  y ayudan a la salud ocular. Y los que contienen omega 3 pueden ayudar a evitar el síndrome del ojo seco.



Asesoramiento: Dra. Betty Arteaga, oftalmóloga del Hospital Italiano de Buenos Aires.