31 may 2017

Planificar el futuro



La esperanza de vida de las personas con discapacidad creció en las últimas décadas, en buena medida por los avances médicos, la inclusión educativa y la apertura social. Las personas con discapacidad cognitiva viven más y mejor y eso, claro, es una buena noticia. Pero también plantea nuevos desafíos a las familias: ¿cómo va a ser el futuro de ese niño cuando crezca? 

En los últimos tiempos, hubo especialistas que comenzaron a indagar en el tema del futuro. En qué les pasa a los padres con la hipótesis de un mañana en el que ellos ya no estarán, los mandatos que trasladan a los otros hijos, la posibilidad de la persona con discapacidad de decidir sobre su propio futuro. Una de ellas fue la psicóloga Blanca Nuñez, a quien conocí hace 10 años, en una nota que hicimos para Clarín en la que abordamos la problemática y hablábamos justamente de lo innovador que era ese enfoque.

Blanca, una de las más reconocidas especialistas en discapacidad en el país, falleció recientemente pero su obra la trasciende. Y este jueves a las 18 se presentará en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires su libro póstumo, que escribió junto a otras dos expertas, Stella Caniza de Páez y Beatriz Pérez.

Es que el tiempo pasó, pero la problemática sigue vigente. El futuro de la familia de un hijo con discapacidad (Lugar Editorial) es una lectura imprescindible para las familias que tengan un integrante con alguna discapacidad, sea cual sea. Pero no solo para ellos, porque en realidad el libro plantea preguntas que nos interpelan a todos. Y porque desde la experiencia de las familias y las propias personas con discapacidad se puede tener una mayor comprensión de sus necesidades y de sus potenciales.

Lo primero que plantea el libro es que el futuro debe planificarse. Por supuesto que hay un enorme margen de imprevisibilidad, pero trazar estrategias ayudará sin dudas a manejar de manera más eficiente lo inesperado. También remarca algo que seguramente habrán escuchado o leído en algún mensaje motivacional, pero que es absolutamente cierto: nuestro futuro lo vamos construyendo en el presente, día a día. Todo lo que hagamos hoy será base del mañana que, más tarde o más temprano, va a llegar.

Más lecciones que pueden aplicarse a todos: somos artífices de nuestra vida y, también, nuestras decisiones pueden influir en los demás. Por eso, en especial en estos casos, es clave explicitar los deseos y los "mandatos", entender la posición y las expectativas del otro, y consensuar esa planificación futura. Estos términos toman mayor relevancia cuando hay hermanos y cuñados, cuando el plan de vida de uno debe incluir a ese hermano o hermana con discapacidad. El libro muestra que esto no debe ser necesariamente una carga, sino todo lo contrario: movilizan las experiencias de hermanos e incluso de personas sin vínculos sanguíneos que logran llevar una vida feliz, sin resignar los deseos, tanto de quien tiene la discapacidad como del resto de la familia.

Porque, y este es otro mensaje muy fuerte, las personas discapacitadas tienen deseos y expectativas, y capacidades para poder alcanzar sus metas. No son niños eternos ni ángeles asexuados. Pero son los padres los primeros que tienen que entenderlo. Y también entender la importancia de pedir ayuda, de tejer redes, de incluir a todos los miembros de la familia (incluso la extendida) en la crianza de ese hijo y en el proceso familiar. 


No hay recetas en este libro porque no las hay en la vida, pero sí experiencias de otras familias que atravesaron, mejor o peor, todas estas situaciones. Vernos en el otro nos hace pensar cómo nosotros podemos actuar y también entender que quizás esta realidad sea de un tercero, pero que nadie está exento de pueda ser la suya propia. Y por último, reflexionar sobre cómo, como individuos integrantes de esta sociedad, podemos contribuir a cambiar paradigmas. 


3 may 2017

"Ballena azul": chicos en riesgo


Seguramente en estos días escucharon o leyeron en los medios de comunicación y en los grupos de WhatsApp del colegio sobre un peligroso juego viral: la "ballena azul". Las invitaciones para participar del juego llegan por redes sociales, como Facebook o WhasApp, y el administrador del "juego" va planteando una serie de 50 desafíos, que van subiendo en intensidad, y que suelen incluir referencias a la ballena azul del nombre. Escalan a las autolesiones (habrán visto también una foto de un brazo de un chico cortado formando el dibujo de una ballena) hasta terminar en el suicidio. 

Este "juego" aparentemente surgió en Rusia, donde según la prensa local se reportaron 130 suicidios relacionados con él. En varios países, como el Reino Unido, las autoridades alertaron sobre el riesgo. En Sudamérica, hubo reportes de casos en Uruguay y Brasil y esta semana también en Argentina: la familia de un chico de 14 años que ingirió un blíster de pastillas y terminó hospitalizado asegura que estaba jugando el desafío, por los mensajes que envió a sus contactos de WhatsApp.


El miedo, como padres, es lógico que nos invada. ¿Qué tenemos que hacer? 

La ONG Argentina Cibersegura emitió un documento para orientar a los adultos. En él señala, en primer lugar, las señales a las que debemos prestarle atención:

•  Comentarios en los perfiles de las redes sociales de los chicos que hagan referencia al juego: “Soy una ballena” “Ballena azul”, etc.

•  Estar alertas cuando los adolescentes cambian la pantalla al ver a un adulto acercándose a la computadora.
•  Si el chico está despierto en la madrugada para hacer distintas actividades como ver videos, escuchar música o incluso salir de la casa. Algunos de los desafíos suelen ser, por ejemplo, mirar una maratón de películas de terror durante 24 horas. 
•  Encontrar dibujos o fotos relacionados con la ballena.
•  Actitudes extrañas y cambios de humor. Los administradores suelen presionar y amenazar a los chicos que quieren bajarse del juego. 
•  Cortes en el cuerpo, lastimaduras, moretones o cualquier otro tipo de lesión que muestre el adolescente.


Los especialistas de la ONG aclaran que los padres no les deben negar el acceso a los adolescentes a Internet. "No los podemos privar de conocer y disfrutar de un medio de comunicación y aprendizaje tan rico, porque, además, con él están adquiriendo habilidades que van a necesitar para el futuro", remarcan. Pero señalan la importancia de que los padres, siempre respetando la privacidad de los adolescentes, generen un diálogo fluido con ellos para saber qué hacen en la Web y no los dejen solos en estas actividades. Por último, proponen hacer equipo con otros padres y coordinar “reglas” para transmitirles el mismo mensaje a sus hijos.


Pero establecer un diálogo con los adolescentes no es fácil. A la mayoría de los padres nos cuesta. Y más en temas tan complejos. Desde la entidad aportan una guía de preguntas que pueden servir como disparadores para abordar la charla con nuestros hijos:

1.    ¿Qué redes sociales estás utilizando? ¿Qué aplicación tenés instalada en el celular?

2.    ¿Qué tipo de información intercambias en esa red social o aplicación?
3.    ¿Qué te divierte? ¿Por qué la utilizas?
4.    ¿Revisaste las configuraciones de privacidad?
5.    ¿Perteneces a algún grupo privado o público?¿De qué se trata?
6.   ¿Publicas información sensible como tu ubicación, el domicilio, la escuela a la que vas, en sitios web públicos?
7.    ¿Hay alguna persona que te esté molestando en redes sociales? ¿Viste alguna agresión a algún amigo?



Es importante que nos involucremos. Como siempre digo aquí, el culpable no es la herramienta, sino el uso que le damos. Y las redes sociales son como el mundo exterior. Si los cuidamos tanto al salir a la calle, tenemos que cuidarlos (esto es, guiarlos, apoyarlos y entenderlos) también en sus actividades online. 






1 may 2017

La tecnología atraviesa nuestra vida



Hace unas semanas, hablaba con una amiga que tiene una hija casi de la misma edad que la mía. Me contaba de sus resistencias a que usara redes sociales y, obviamente, celular. Me quedé pensando en qué difícil es abstraer a nuestros hijos de la tecnología, y abstraernos nosotros también. Y si, en realidad, es eso algo deseable. ¿Está bueno mantener a nuestros chicos fuera del mundo online?

A principios de año, el Banco Central puso nuevas disposiciones para que los adolescentes pudieran tener una cuenta bancaria y una tarjeta de crédito. Me llamó muchísimo la atención de los comentarios que recibí por el post, y también que leí en otras publicaciones que difundieron esa noticia, la gran cantidad de padres que estaban abiertamente en contra. 

Muchos adultos tienen una resistencia a la tecnología respecto de sus hijos. La tecnología aparece como un “cuco”. Creo que es por varios motivos. Muchas veces sentimos que ellos la manejan mejor que nosotros, y que no tenemos nada para decirles. Error: nuestros hijos, nativos digitales, pueden tener más claras cuestiones técnicas de la herramienta, pero el uso que deban hacer de ella implica valores y conocimientos del mundo que sólo sus padres pueden transferirles. También a veces nos sentimos sobrepasados: la cantidad de información y de recursos nos resulta inabarcable y pensamos que todo se nos va a escapar. Pensamos que las redes son incontrolables y desestimamos que debemos enseñarles a nuestros hijos a saber manejarse en ellas del mismo modo que les enseñamos a hacerlo en la calle. Pero me parece que la principal razón es que aún no somos realmente conscientes de que la tecnología no es algo que está afuera, sino que atraviesa nuestra vida cotidiana

El ejemplo más simple es el que les contaba al principio: el uso por parte de los chicos. Sin embargo, yo creo que es una herramienta que hay que tener como aliada, por ejemplo, en la educación. En varias escuelas en la Puna, los alumnos cursan la secundaria a distancia gracias al WhatsApppero no hay que irse tan lejos: hoy nuestros chicos “urbanos” convirtieron a Internet en su biblioteca. A los míos, por ejemplo, los estimulo a buscar las palabras que no saben en la aplicación del diccionario de la Real Academia Española (que es genial y se la pueden bajar gratis al celular). En la escuela, varios de sus docentes ya los habilitan a recopilar información para sus tareas en páginas de Internet. Lo importante acá es la guía de los adultos para estimular el pensamiento crítico, enseñarles a distinguir las fuentes confiables de información y evitar de todos modos el copy paste (que en realidad también muchas veces lo hacíamos nosotros con los libros, pero era más engorroso porque había que escribirlo a mano).

La tecnología es controversial en muchas áreas, por desconocimiento o porque plantea desafíos. Un caso emblemático es la salud, donde muchas veces hay críticas a procedimientos médicos o investigaciones novedosas. Aún hoy existen resistencias de algunos sectores a los tratamientos de fertilización in vitro, que han posibilitado que millones de personas en todo el mundo puedan formar una familia. El rechazo es aún mayor en prácticas como la selección de embriones, que permite evitar el desarrollo de ciertas enfermedades. En esos procedimientos hay ciencia, y tecnología para llevarlos adelante. Pero también hay tecnología detrás de esa mamografía que nos puede permitir detectar a tiempo un cáncer de mama y salvar nuestra vida. O de los nuevos medicamentos, como la inmunoterapia que ataca de manera más eficiente los tumores o los fármacos biológicos que por primera vez permiten tratar enfermedades muy dolorosas y limitantes, como la hidradenitis supurativa o la artritis.  

También hay tecnología todos los días en lo que comemos, sin que siquiera nos demos cuenta de eso. En la agricultura, por ejemplo, la biotecnología permite modificar genéticamente las semillas para que precisen menos plaguicidas o tengan más nutrientes o nuevas propiedades. Las técnicas de precisión lograron que los fertilizantes y los insecticidas (que también se optimizaron gracias a los avances tecnológicos) se apliquen ahora en las plantaciones de manera más eficiente que años atrás, para producir más y minimizar el impacto en el medio ambiente. Y una vez que los productos ya están camino al súper, la tecnología se usa para monitorear la trazabilidad de los alimentos y garantizar su seguridad (el ejemplo más concreto es el mantenimiento de la cadena de frío de los lácteos y otros productos frescos). 

Podemos seguir con los ejemplos del modo en que la tecnología irrumpió en la vida cotidiana en los últimos años: el home office que simplificó nuestro trabajo, los nuevos sistemas de identificación digitales, el GPS que usamos para todo, la economía colaborativa (con el modelo Uber y Airbnb y cada vez más aplicaciones), la billetera digital que ya no nos hace necesitar efectivo… Todo esto, y todo lo que se viene (como la Internet de las Cosas, los objetos cotidianos conectados a la Web), me hace pensar que negarles el acceso a la tecnología a nuestros chicos no es, definitivamente, una buena opción. Porque la tecnología ya está con ellos y también con nosotros, los adultos, derrochando montones de beneficios.


Foto: Flickr