22 oct 2017

Hacer deporte en el embarazo

Hace algunas semanas, dos embarazadas fueron noticia por el mismo motivo. Deportistas de alto rendimiento, se las vio competir en la más alta exigencia, luciendo sus panzas. Una de ellas fue la tenista de Luxemburgo Mandy Minella, quien jugó en Wimbledon embarazada de cuatro meses y medio. Pocos días antes había sido la estadounidense Alysia Montano la que corrió una carrera de 800 metros en un campeonato en Estados Unidos con cinco meses de embarazo. En 2014, embarazada de su primera hija, Alysia había corrido la misma carrera con ocho meses.
¿Está bien? ¿Una futura mama expone a su bebé si lleva el cuerpo a este extremo? En primer lugar, ambas son deportistas de élite, como decíamos. Y monitorearon sus embarazos para lanzarse a esos desafíos.
Pero incluso para las que no somos deportistas, el deporte es un aliado fenomenal durante el embarazo para la mayoría de las mujeres. Por supuesto que antes de iniciar cualquier actividad física durante la gestación hay que consultar con el obstetra, que nos indicará qué hacer, cómo hacerlo y con qué frecuencia. Pero una vez que tengamos el aval del doctor, hay que permitirnos disfrutar de movernos.
Como ya he contado aquí, yo no soy precisamente una atleta. Pero durante mi primer embarazo, me conecté quizás como nunca con mi cuerpo a través del deporte. Casi hasta el octavo mes nadaba entre una y dos veces por semana, cada vez más a mi ritmo a medida que avanzaban los meses, pero eso me hacía sentir activa, me relajaba y sentía también que preparaba mi cuerpo para pujar mejor (lo que finalmente no ocurrió porque tuve cesárea). También caminaba bastante, especialmente cerca del final del embarazo, una actividad muy recomendable si eres sedentaria. Con mi segundo hijo tuve un reposo muy prolongado y la verdad extrañé la rutina deportiva porque ese rato, además de ayudar a mi cuerpo, me despejaba la mente.
El sitio web de los Institutos de Salud de Estados Unidos (una página de información médica muy confiable) enumera cuáles son los beneficios de la actividad física para la mujer embarazada:
  • Ayuda a que tú y tu bebé ganen el peso correcto
  • Reduce las molestias del embarazo, como dolor de espalda o constipación
  • Reduce el riesgo de diabetes gestacional
  • Levanta el ánimo y la energía
  • Mejora el sueño
  • Ayuda a tener un trabajo de parto más corto y más fácil
  • Ayuda a una mejor recuperación después del parto y a un peso saludable
Con los recaudos generales (como beber mucha agua, evitar las temperaturas extremas, vestir ropa cómoda y suspender la práctica frente a cualquier tipo de molestia) y particulares (las recomendaciones que tu médico te indique) puedes encontrar en la actividad deportiva y recreativa grandes ventajas para ti y tu bebé.
Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

Conocer a tu hijo, momento mágico


Hay algo que siempre me pareció mágico de la maternidad, y es cómo puedes amar a alguien que no conoces. Se supone que el amor se construye sobre una afinidad, sobre una empatía inexplicable (¿por qué te enamoras de una persona y no de otra?), pero aún más inexplicable es esa empatía que sientes por alguien a quien nunca has visto. Es tu hijo, claro, lo llevas dentro, es una parte tuya (¡la mitad de sus genes son tuyos!), pero hay algo más, insisto, mágico, en ese vínculo único que es el de una mamá con su hijo.
Y creo que es por eso que uno de los pensamientos (y sentimientos) que más me atravesaban durante el embarazo era cómo iba a ser. Cómo iba a ser mi bebé, su rostro, sus manitos, su piel… Con la mayor, la ecografía en la que escanean su rostro me dio una pista: con el menor, no se dejó ver de ninguna manera, y aumentó el misterio. 
Pero la cuestión va más allá del típico “¿se parecerá a papá o a mamá?”. La ansiedad, al menos para mí, pasaba por otro lado: era lo que conllevaría ese descubrir a mi hijo. El primer encuentro.
Las mujeres tenemos miles de fantasías con el parto. Yo misma imaginé decenas de situaciones posibles. Te lo advierto: nunca será del modo en que tú lo imaginaste. Eso no es necesariamente algo malo, sino que el parto es en sí mismo una experiencia única y por eso muy difícil de prever qué va a ocurrir, y cómo tú te sentirás en ella. Estarás pensando en si será parto por vía vaginal o cesárea, en las contracciones, la episiotomía, la peridural… relájate porque, como te digo, muchas de las situaciones que en ese proceso ocurran escaparán de tu control. 
Pero hay una, fundamental, a la que tienes que prestarle atención. Una que requiere que estés 100% presente ahí, sin importar el dolor o la anestesia o lo que sea. El parto es el primer encuentro con tu hijo. Es ese momento que esperaste nueve meses. Y te aseguro que será el más feliz de tu vida.
No puedo encontrar las palabras para describirlo porque, insisto, como todo lo que pasa en un parto es absolutamente personal, pero lo que puedo sí decirte es que es una sensación que jamás sentiste hasta ahora. Verlo, tocarlo, que te lo pongan en tu pecho, abrazarlo, oírlo llorar… esos segundos van a resignificar todo. Nada de lo que esté ocurriendo alrededor te va a importar. Serás tú y tu bebé. Se abre un mundo en esos segundos, un camino que afortunadamente no va a tener nunca más vuelta atrás. Es la concreción de ese amor infinito e inexplicable. El momento en que ocurre la magia, en que ese desconocido se transforma, definitivamente, en la que persona a la que más amarás hasta tu último aliento.

Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica 

¿Quién cuida a tu bebé?




Creo que hay algo en lo que todas, absolutamente todas, las madres estamos de acuerdo: estamos convencidas de que no hay nadie en el mundo que cuide a nuestro hijo mejor que nosotras. Y probablemente estemos en lo cierto, porque nadie entiende a un bebé como su mamá, ni conoce sus necesidades y sus formas de expresarlas. 
Pero tan cierto como eso es que es imposible que seamos sólo nosotras quienes cuidemos a nuestro hijo. ¿Cómo manejar entonces la angustia cuando tenemos que volver al ruedo laboral y dejar a nuestro pequeño en manos que no son las nuestras?
Elegir niñera es una de las decisiones más difíciles que tienes que tomar como mamá. Hay otra decisión anterior: cuidadora o jardín maternal. El jardín tiene ciertas ventajas: es un ámbito pensado especialmente para los niños, se relacionan de pequeños con otros pares, y para algunas mamás puede darles más seguridad que haya varias cuidadoras y no sólo una. Con mi primera hija, yo trabajaba entonces hasta bien entrada la noche, de modo que no tenía la opción de un jardín. Y tuve que buscar niñera. 
Debo admitir que tenía muchos temores. No sólo le estaba dejando a su cuidado lo más preciado que tenía, mi hija, sino que también esa persona estaba entrando directamente en mi hogar, teniendo acceso prácticamente a toda mi vida. ¿Qué haría tantas horas en mi casa mientras yo no estaba? ¿Atendería bien a mi bebé? ¿Sería lo suficientemente responsable? ¿Cómo y dónde buscar (¡y encontrar!) a alguien que pudiera darme la seguridad que necesitaba?
La recomendación obvia es consultar primero en tu círculo más íntimo. De allí llegó la primera niñera de mi hija, Diana, una persona maravillosa que cuidó durante un año de mi beba con la dedicación de una tía. Pero si no hay alternativa en el primer círculo, amplíalo a un segundo círculo de conocidos, aunque no sean de tu súper confianza. Yo lo hice con la segunda niñera que tuvimos en casa, otra experiencia estupenda: Natalia nos acompañó cuatro años y para mis niños fue una maestra jardinera personalizada que les dejó grandes enseñanzas. 
En la actualidad, existen aplicaciones que permiten buscar y recomendar niñeras por celular. Con un sistema al estilo Uber, puedes elegir según las recomendaciones que otras usuarias han hecho. No sé si yo me hubiera animado a contratar así una niñera. Pero como en todo lo que tiene que ver con la maternidad, hay que confiar en nuestro instinto: averigua, consulta, pregunta, duda, indaga y, fundamentalmente, ten en cuenta la “piel” que te genera esa persona. Es difícil de explicar, pero te aseguro que si sientes que hay empatía, probablemente la haya. Del mismo modo, es difícil generarla cuando no surge desde el vamos. 
Y una vez que hayas elegido niñera, pon reglas claras de lo que deseas y esperas, no temas mantener un control sobre lo que ocurre en casa y, fundamental, si estás segura de tu elección deposita la cuota de confianza necesaria para ir construyendo ese vínculo, sin temor a que una niñera afectuosa te “robe” el cariño de tu bebé. Siempre serás su mamá, aunque con el tiempo sientan cariño por ella. Mis hijos adoran a Martha, la señora que hoy los cuida, y para mí es genial. Porque te garantizo que una buena niñera puede ser la mejor aliada que tengas en el día a día.
 Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

¿Se puede manejar el estrés?



Estrés es la palabra del siglo XXI. Todos vivimos estresados. Hombres, mujeres, chicos, grandes, ancianos. Nadie le escapa al estrés. ¿Es posible escaparle? 

Pero a lo mejor el estrés no es tan malo. Y más: hay especialistas que aseguran que el estrés es bueno y que el asunto sólo pasa por cómo lo manejamos. 

Eso es lo que propone el biofeedback, una corriente médica muy popular en Estados Unidos que en Argentina está teniendo cada vez más adeptos. Uno de quienes la defiende es Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. El biofeedback consiste en analizar mediante sensores la reacción del cuerpo a los factores de estrés, y enseñarle al paciente a modificar las respuestas negativas a través de distintas técnicas, como la respiración y la relajación. 

Más allá del tratamiento y la aplicación específica en cada paciente, entender los fundamentos del biofeedback sirven para entender qué nos pasa ante el estrés y cómo manejarlo

“El estrés tiene mala prensa. No sólo es bueno, sino que nos ha permitido sobrevivir a los seres humanos hasta la actualidad”, empieza Laura Maffei, especialista en Endocrinología Clínica y miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología (SAEM), y una de las referentes en biofeedback en el país. 

La especialista explica que el estrés existe desde la prehistoria: cuando el hombre primitivo se enfrentaba diariamente a la amenaza de un animal salvaje, el cerebro enviaba una señal a las glándulas suprarrenales para que segregaran adrenalina y cortisol. Estas hormonas activaban una especie de “mecanismo de defensa” con el único objetivo de responder frente a ese peligro y buscar la autopreservación. 

Hoy, nos generan lo mismo que a nuestros antepasados. “Producen un aumento de la tensión arterial, de la frecuencia cardíaca, de la contracción muscular, la respiración, de la sudoración, agrandan las pupilas y mejoran la memoria. Gracias a estas acciones le cuerpo y la mente se preparan para enfrentar el peligro o huir de él”, explica. Una vez superada la situación de tensión, las hormonas del estrés bajan. 

Hoy nos encontramos con “mamuts” por todos lados: el trabajo, las obligaciones, la economía, la agenda de los chicos, el tránsito, el cumplir con todo. Más que factores de estrés, Maffei dice que son “alertas constantes que se tienen en la sociedad en que vivimos, que nos hacen sentir amenazados permanentemente. El aprender a manejar y reaccionar a estas alertas constantes es la mejor forma de optimizar el estrés y no permitir que se convierta en un estrés crónico, el cuál es sumamente perturbador para nuestra salud física y psíquica”.
Este año, una de las películas más taquilleras hablaba justamente de ese estrés crónico: en “Mamá se fue de viaje”, el personaje de Carla Peterson se encuentra sobrepasado por esas “alertas constantes”, como las llama Maffei. ¿Hay una cuestión de género en el estrés? ¿Las mujeres lo sufren más que los hombres?

Según la especialista, hombres y mujeres “tenemos formas y limites diferentes. A pesar de que las mujeres hoy trabajan a la par de los hombres, los trabajos científicos muestran que siguen reaccionando al estrés como en las épocas de las cavernas. Frente a una amenaza detectada por nuestro cerebro, éste da la orden a las glándulas suprarrenales para que fabriquen adrenalina y cortisol. Midiendo estas hormonas en un laboratorio de estrés se sabe que el hombre reacciona con un pico tres veces superior al de la mujer. Esta reacción servía para enfrentar a los animales salvajes. Cuando en ese mismo laboratorio se incorporaba su pareja a la prueba, la reacción al cortisol del hombre era menor, es decir, se estresaba menos, no así cuando se incorporaba un hombre. ¡En ese caso la respuesta era superior! En cambio, las mujeres tenían una reacción menos intensa y, al revés del hombre, incorporado a su pareja la reacción del cortisol, ¡era superior!”. 

Pero los estudios mostraron que esa reacción bajaba ante una compañía femenina. Lo que las mujeres, intuitivamente, ya sabemos y ponemos en práctica: las redes con otras mujeres para llevar adelante las complicaciones cotidianas. “En el 2000, autores como la Dra. Shelly Taylor describen la reacción protección-afiliación de la mujer, que viene también de estas épocas prehistóricas, como una alternativa a la reacción típica de lucha-huida observada en los hombres. La mujer debía cuidar de su embarazo y de la cría y entonces debía encontrar métodos de protección que no las expusieran a la extinción de la especie. De esta forma, la protección durante los momentos difíciles y la socialización con sus pares les daban mejor protección frente a las amenazas. Si hoy conservamos el placer de juntarnos con amigas, o de conversar con nuestra madre sobre nuestras cosas, esto tiene relación con la necesidad de juntarse entre ellas que tenían las mujeres de las cavernas para controlar el estrés que vivían frente a una amenaza. Las mujeres con otras mujeres pueden disminuir así su reactividad al estrés. ¡Hay que aprovecharlo!”, remarca, como una estrategia anti-estrés.

Maffei también sugiere otros tips básicos para manejar el estrés:

  • Salir a caminar y pensar cómo optimizarlo
  • Nunca dejar de hacer tres horas por semana de actividad física y priorizar una actividad placentera
  • Hacer pausas en el trabajo
  • Entrenarse en reconocer las situaciones estresantes paratener las mejores estrategias al enfrentarlas

Pero advierte que hay síntomas en los que se debe consultar a un especialista (como un endocrinólogo y un psicólogo entrenados en el tema): si hay pérdida de memoria, más irritabilidad, más enojo, pérdida de eficiencia o si uno se siente más deprimido. 

Y, por último, una advertencia para padres: los chicos también pueden ser afectados por el estrés “mal manejado”.  

“Se ha demostrado que los niños sedentarios y exigidos producen más cortisol que los que hacen actividad física al aire libre, como correr o andar en bicicleta. Los chicos de hasta 12 años son muy sensibles al llamado ‘derrame del estrés parental’. Las discusiones de los padres y las situaciones familiares los afectan particularmente hasta la adolescencia y es importante considerar estos aspectos, teniendo el mejor diálogo y los cuidados para propiciar su crecimiento saludable”, remarca.

Foto: Flickr / RenauldPhoto

Muerte a Dorothy




Cuando era chica, miraba un programa mexicano que se llamaba Odisea Burbujas. Lo daban a la tarde en Canal 13 y los protagonistas eran unas personas metidas dentro de unos trajes de felpa. O, mejor dicho, los personajes dentro de los que estaban metidos (ya no existen programas para chicos con gente metida en disfraces, ¿no?). Yo lo amaba. Y mi pasión empezó en un capítulo en el que los personajes recreaban la historia del Mago de Oz y su camino de baldosas amarillas. Lo busqué y busqué en YouTube, y no pude dar con él.

Pero la historia del Mago de Oz siempre me quedó resonando. El año pasado, mi hijo leyó una versión del relato en la escuela y después ambos cayeron en Netflix en la película original de Judy Garland. Es una maravilla. Un clásico de la época de oro del cine de Hollywood, cuando el color empezaba a teñir (literalmente) la pantalla (el color tiene un sentido en la historia). Y una canción, Somewhere over the rainbow, simplemente bellísima.


Efecto Oz: mis hijos se fanatizaron. Sacamos de la biblioteca el viejo libro de la colección Robin Hood, lo leímos, nos vimos la precuela de Oz el Poderoso y así, un día, descubrimos en una librería una tapa de un libro sugerente: negra, con el vestidito cuadrillé celeste y blanco de Dorothy, y en letras negras un título provocador: Dorothy debe morir.

Obvio, nos lo llevamos a casa. Y acá estamos enfrascados en una vuelta de tuerca moderna y no menos fantasiosa del clásico que L. Frank Baum escribió hace décadas. Para los que no conocen la historia, Dorothy es una chica de Kansas a la que un tornado revolea, junto a su perro Toto, en un lugar mágico llamado Oz. Con la ayuda de sus amigos el León cobarde, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata, deberán recorrer el camino de baldosas amarillas para encontrar al Mago que la devuelva a casa, y evitar que una malvada bruja la mate.
Pero estamos en el siglo XXI y las cosas han cambiado. Dorothy volvió a Oz y se convirtió en su reina y tirana, y sus tiernos amigos en sus sicarios. Es que quizás nada sea lo que parece. Es que quizás lo bueno no es tan malo y lo malo... bueno, quizás no lo sea tanto.  ¿Cómo saber en quién confiar? 

Esa pregunta plantea Danielle Page, la joven escritora estadounidense detrás de la saga (tiene cuatro libros más dos precuelas, Mondadori Random House lleva editados aquí los primeros tres volúmenes). La protagonista ahora es Amy Gumm, otra chica a la que también trajo un tornado de un Kansas donde vivía una vida miserable con una madre ausente y el bullying de sus compañeras de escuela. 



Amy se verá forzada a matar a Dorothy para salvar a Oz y, a lo mejor, poder volver a Kansas. En el camino, se irá conociendo en un viaje fantasioso y no exento de violencia, que recuerda por momentos al recorrido que tiene que hacer Harry Potter para liberarse de Voldemort. Porque el poder de Amy no están en los zapatitos rojos sino en un puñal mágico. O a lo mejor está en ella misma y todavía no lo descubrió.

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Cada noche, siguiendo nuestro ritual de lectura familiar, "leemos a Dorothy", como me pide mi hijo. Es algo que no me canso de recomendar: el momento de lectura nocturno. Y si es con una historia que logra conectarnos a chicos y adultos, muchísimo mejor. Acá esperamos ese ratito juntos para saber, finalmente, por qué Dorothy debe morir.