26 dic 2017

Un viaje al futuro




Esta vez me tomo una licencia personal. Porque el blog también es un espacio para hablar de las vivencias, y de cómo tenemos puntos en común, unos y otros, con nuestras historias y nuestros proyectos. 

Hace unos días, mi madre cumplió 60 años. No de edad, sino de inmigrante. Seis décadas desde que llegó a la Argentina, en un barco desde Italia, una Nochebuena de 1957. Esto escribí para ese aniversario en Clarín y vuelvo a compartirlo aquí. Un homenaje a ella, y a otros tantos que al igual que mi mamá emprendieron un viaje, buscando un futuro.




Ahí está el océano. Qué hay del otro lado, no lo sabe. No puede saberlo. Quizás lo imagina. Sí, imagina que ahí está el futuro. Necesita imaginar eso, porque es la manera de soltar lo que está atrás. En la tierra firme que está dejando, queda el dolor de la guerra que pasó, pero también su lugar, su historia, sus afectos y lo que es seguro. Bueno y malo, pero conocido.

El mar que ve delante es incertidumbre. La mayoría de los humanos necesitamos certezas. Son la base de lo que nos permite construir nuestro mundo privado, nuestras rutinas, el tablero de ajedrez en el que armar nuestras jugadas. En este momento no las tiene. Pero como toda falta de algo, puede ser una oportunidad para generarlo. 
Siente que allá, cruzando toda esa inmensidad, hay un mundo de posibilidades. Habrá que atravesar el mar y llegar del otro lado. Empezar de nuevo. Es joven, puede hacerlo. Lleva su fe y su voluntad de trabajo. Lleva su baúl cargado de sueños. Las cosas no pueden salir mal. Hay que tener siempre buenos pensamientos, para que cuando pase un ángel, diga amén.
En la vida, las cartas de navegación son imprecisas. Las brújulas no siempre nos funcionan. Creemos que debemos ir hacia un lado, pero la corriente nos lleva hacia el otro. Muchas veces podemos disfrutar de la velocidad crucero en un mar calmo. Pero muchas otras veces tenemos que enfrentarnos a olas enormes, a tormentas devastadoras. Debemos aferrarnos al timón y seguir adelante, capeando el temporal. Hay que aguzar la mirada en la noche cerrada y buscar la luz de un faro que nos guíe hasta la orilla. Nunca bajar los brazos, y en la tempestad más oscura mantener el rumbo hacia el puerto.
Hoy lo entendió, pero en ese momento, cuando sueltan amarras y salen a altamar, no sabe nada de eso. 
El barco llegó una mañana de un día como éste, hace 60 años. Y si ella, mi mamá, tiene ahora una certeza, es que valió la pena hacer ese viaje.

10 dic 2017

Mamis superpoderosas



En estos meses, parece que se puso de moda otra vez la Mujer Maravilla. Pero la verdadera Mujer Maravilla no es una amazona que se enfrenta a legiones de malvados. Eso, digamos, cualquiera lo puede hacer. A ver, Mujer Maravilla, ¿te animas a enfrentarte a criar a un bebé o, ni hablar, a mellizos?

Las madres desarrollamos verdaderos superpoderes. Esos que nunca jamás creías que tendrías, y de pronto te encuentras, por ejemplo, haciendo todo, ABSOLUTAMENTE TODO con una mano. Porque en la otra, claro, llevas un niño. Ese, creo, de todos es el superpoder de la maternidad que más me sigue sorprendiendo. Yo, que soy bastante inútil con mi desarrollo espacio-temporal, me descubrí de pronto encajando a mi beba con sus dos piernitas en mi cadera mientras la sostenía con la mano derecha y con la otra, la inhábil, siendo capaz de pelearme con un oso hambriento en un bosque. O, en su defecto, preparando la mamadera de fórmula, poniendo el lavarropas, abriendo la puerta de casa con la compra del súper, cocinando la cena… casi, como pelearme con el oso en el bosque. 

Todavía hoy me sigue fascinando cuando veo a otras mamás en la calle haciendo lo mismo, y más cuando el bebé en cuestión es el segundo niño. ¡El superpoder más superpoder es hacer todo con las dos manos ocupadas! Una sosteniendo al pequeñín y la otra intentando controlar al grandulón…

Pero si las madres somos verdaderas superheroínas es porque, a diferencia de las de la tele, nosotras tenemos más de un superpoder. Por ejemplo, la capacidad auditiva de un canino. ¿Tampoco sabías que lo tenías, verdad? Bueno, si se cae un alfiler en el cuarto de tu niño, a las cuatro de la madrugada, y cuando tú estás dormida, lo vas a escuchar. El desarrollo extremo del olfato, capaz de detectar la necesidad de un cambio de pañal en un radio de diez metros, ya nos parece algo común…

Otro extraordinario superpoder maternal es la facultad de dormir poco, fragmentado, en situaciones insólitas (si tu recién nacido se duerme a las tres de la tarde, ¡tú te duermes a las tres de la tarde!) e igual así seguir todo el día. Estoy segura de que hay papás que también ponen el cuerpo, pero también estoy segura de que ninguno puede resistir tanto tiempo durmiendo mal como nosotras (bueno, a veces nos alteramos un poco, pero es que somos superheroínas humanas). Lo mismo se aplica a nuestra capacidad para resolver satisfactoriamente del mismo modo —poco, fragmentado, en situaciones insólitas— otras tareas cotidianas como comer, ducharnos, ir al baño, pintarnos las uñas… y sigue la lista. 

Cuando te des cuenta de que eres una verdadera chica superpoderosa, ¡no te para nadie! Te podrás enfrentar a cualquier villano y, especialmente, tomarte de manera más divertida y relajada estas aventuras de la maternidad.

Foto: Flickr

Este post se publicó originalmente en Disney Baby Latinoamérica



1 dic 2017

Detrás de un "protector" vegetal




Podría decirse que en su caso la genética terminó influyendo. O tal vez, inconscientemente, ver la pasión que su madre le dedicaba a la investigación cuando ella era una nena. Paula Casati (46) fue una de las primeras en estudiar licenciatura en Biotecnología en la Universidad Nacional de Rosario. Egresó, se perfeccionó en Estados Unidos, volvió y en la misma facultad investiga desde hace diez años en un proyecto original: entender cómo los rayos UVB también afectan a las plantas. Esa investigación, que en un futuro podría llevar a diseñar un “protector solar” vegetal, acaba de ser reconocida con el premio nacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”.

Los rayos UVB representan el 5% de la radiación ultravioleta que llega a la Tierra. Es responsable del bronceado, pero también de las quemaduras y del cáncer de piel. En los últimos años, en la comunidad se logró crear conciencia de la importancia de protegerse de estos rayos (y de los UVA, que provocan fotoenvejecimiento y también cáncer) tomando Sol en determinados horarios y usando protectores solares. Pero, a diferencia de las personas, las plantas no pueden “cuidarse”. Y sufren las consecuencias de la radiación.

“En el laboratorio estudiamos los efectos de la radiación solar ultravioleta sobre una planta en particular, la arabidopsis. Vimos que cuando están en presencia de radiación UVB son más chiquitas, crecen menos. Ahora estamos tratando de comprender los mecanismos que participan de ese proceso”, explica la investigadora, quien señala que varias proteínas intervienen en él.

Lo que hacen en el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi) es investigación básica. Pero el equipo de Casati quiere proyectarse y "tratar de ver en un futuro el aspecto productivo”. Las plantas, en un entorno normal, no crecen tanto por la radiación: si la ciencia pudiera modificar eso, los rindes aumentarían. “En un trabajo muy a largo plazo, se podría llegar a desarrollar algo así como un ‘protector solar’ para las plantas”, se entusiasma Casati, que viene trabajando hace una década en este tema.

Es a lo que se dedicó desde que regresó en 2005 con su esposo (que es microbiólogo) de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, donde estuvo cuatro años en una formación postdoctoral. Dice que siempre tuvieron claro que querían volver. Y también dice que, para ella, no fue más difícil hacer ciencia por ser mujer: “Nunca fui discriminada y si lo fui, no lo noté. En la biología, somos muchas mujeres investigadoras. En otras áreas, como las ingenierías y la matemática, sí hay más hombres. Lo que sucede es que en los puestos jerárquicos, las mujeres somos minoría”. Se calcula que sólo el 30 % de los puestos de toma de decisiones están ocupados por científicas.

Casati también ganó el Premio Houssay 2015 y el de la Academia Nacional de Ciencias Exactas en 2011. El reconocimiento que recibió hoy cuenta con la colaboración del Conicet y premia exclusivamente a mujeres, justamente para estimular y promover su participación en el mundo científico. Además de Casati, que recibió una ayuda de $ 300.000 para seguir adelante con su proyecto, María Alejandra Molina recibió el premio a la investigadora joven, menor de 34 años. “Estos estímulos son muy importantes porque a lo mejor podemos llegar a las chicas más jóvenes y mostrarles que la carrera científica es compatible con una vida como mujer, como madre y como esposa”, dice Casati.

Así lo siente ella en su cotidianeidad y así lo vio de Mónica, su mamá, que falleció el año pasado. La recuerda en casa, cuando era una nena, llenando hojas de anotaciones a máquina porque las computadoras no existían. “Era fisióloga, trabajaba con ratas. De chica yo no quería saber nada con ser científica. Pero en los últimos años de la secundaria, me interesó”, comenta. Y, entonces, Mónica estuvo ahí para guiarla. “Fue un modelo para mí. Y estaría muy contenta de ver mis logros”, concluye Paula, emocionada.