26 dic 2017

Un viaje al futuro




Esta vez me tomo una licencia personal. Porque el blog también es un espacio para hablar de las vivencias, y de cómo tenemos puntos en común, unos y otros, con nuestras historias y nuestros proyectos. 

Hace unos días, mi madre cumplió 60 años. No de edad, sino de inmigrante. Seis décadas desde que llegó a la Argentina, en un barco desde Italia, una Nochebuena de 1957. Esto escribí para ese aniversario en Clarín y vuelvo a compartirlo aquí. Un homenaje a ella, y a otros tantos que al igual que mi mamá emprendieron un viaje, buscando un futuro.




Ahí está el océano. Qué hay del otro lado, no lo sabe. No puede saberlo. Quizás lo imagina. Sí, imagina que ahí está el futuro. Necesita imaginar eso, porque es la manera de soltar lo que está atrás. En la tierra firme que está dejando, queda el dolor de la guerra que pasó, pero también su lugar, su historia, sus afectos y lo que es seguro. Bueno y malo, pero conocido.

El mar que ve delante es incertidumbre. La mayoría de los humanos necesitamos certezas. Son la base de lo que nos permite construir nuestro mundo privado, nuestras rutinas, el tablero de ajedrez en el que armar nuestras jugadas. En este momento no las tiene. Pero como toda falta de algo, puede ser una oportunidad para generarlo. 
Siente que allá, cruzando toda esa inmensidad, hay un mundo de posibilidades. Habrá que atravesar el mar y llegar del otro lado. Empezar de nuevo. Es joven, puede hacerlo. Lleva su fe y su voluntad de trabajo. Lleva su baúl cargado de sueños. Las cosas no pueden salir mal. Hay que tener siempre buenos pensamientos, para que cuando pase un ángel, diga amén.
En la vida, las cartas de navegación son imprecisas. Las brújulas no siempre nos funcionan. Creemos que debemos ir hacia un lado, pero la corriente nos lleva hacia el otro. Muchas veces podemos disfrutar de la velocidad crucero en un mar calmo. Pero muchas otras veces tenemos que enfrentarnos a olas enormes, a tormentas devastadoras. Debemos aferrarnos al timón y seguir adelante, capeando el temporal. Hay que aguzar la mirada en la noche cerrada y buscar la luz de un faro que nos guíe hasta la orilla. Nunca bajar los brazos, y en la tempestad más oscura mantener el rumbo hacia el puerto.
Hoy lo entendió, pero en ese momento, cuando sueltan amarras y salen a altamar, no sabe nada de eso. 
El barco llegó una mañana de un día como éste, hace 60 años. Y si ella, mi mamá, tiene ahora una certeza, es que valió la pena hacer ese viaje.

10 dic 2017

Mamis superpoderosas



En estos meses, parece que se puso de moda otra vez la Mujer Maravilla. Pero la verdadera Mujer Maravilla no es una amazona que se enfrenta a legiones de malvados. Eso, digamos, cualquiera lo puede hacer. A ver, Mujer Maravilla, ¿te animas a enfrentarte a criar a un bebé o, ni hablar, a mellizos?

Las madres desarrollamos verdaderos superpoderes. Esos que nunca jamás creías que tendrías, y de pronto te encuentras, por ejemplo, haciendo todo, ABSOLUTAMENTE TODO con una mano. Porque en la otra, claro, llevas un niño. Ese, creo, de todos es el superpoder de la maternidad que más me sigue sorprendiendo. Yo, que soy bastante inútil con mi desarrollo espacio-temporal, me descubrí de pronto encajando a mi beba con sus dos piernitas en mi cadera mientras la sostenía con la mano derecha y con la otra, la inhábil, siendo capaz de pelearme con un oso hambriento en un bosque. O, en su defecto, preparando la mamadera de fórmula, poniendo el lavarropas, abriendo la puerta de casa con la compra del súper, cocinando la cena… casi, como pelearme con el oso en el bosque. 

Todavía hoy me sigue fascinando cuando veo a otras mamás en la calle haciendo lo mismo, y más cuando el bebé en cuestión es el segundo niño. ¡El superpoder más superpoder es hacer todo con las dos manos ocupadas! Una sosteniendo al pequeñín y la otra intentando controlar al grandulón…

Pero si las madres somos verdaderas superheroínas es porque, a diferencia de las de la tele, nosotras tenemos más de un superpoder. Por ejemplo, la capacidad auditiva de un canino. ¿Tampoco sabías que lo tenías, verdad? Bueno, si se cae un alfiler en el cuarto de tu niño, a las cuatro de la madrugada, y cuando tú estás dormida, lo vas a escuchar. El desarrollo extremo del olfato, capaz de detectar la necesidad de un cambio de pañal en un radio de diez metros, ya nos parece algo común…

Otro extraordinario superpoder maternal es la facultad de dormir poco, fragmentado, en situaciones insólitas (si tu recién nacido se duerme a las tres de la tarde, ¡tú te duermes a las tres de la tarde!) e igual así seguir todo el día. Estoy segura de que hay papás que también ponen el cuerpo, pero también estoy segura de que ninguno puede resistir tanto tiempo durmiendo mal como nosotras (bueno, a veces nos alteramos un poco, pero es que somos superheroínas humanas). Lo mismo se aplica a nuestra capacidad para resolver satisfactoriamente del mismo modo —poco, fragmentado, en situaciones insólitas— otras tareas cotidianas como comer, ducharnos, ir al baño, pintarnos las uñas… y sigue la lista. 

Cuando te des cuenta de que eres una verdadera chica superpoderosa, ¡no te para nadie! Te podrás enfrentar a cualquier villano y, especialmente, tomarte de manera más divertida y relajada estas aventuras de la maternidad.

Foto: Flickr

Este post se publicó originalmente en Disney Baby Latinoamérica



1 dic 2017

Detrás de un "protector" vegetal




Podría decirse que en su caso la genética terminó influyendo. O tal vez, inconscientemente, ver la pasión que su madre le dedicaba a la investigación cuando ella era una nena. Paula Casati (46) fue una de las primeras en estudiar licenciatura en Biotecnología en la Universidad Nacional de Rosario. Egresó, se perfeccionó en Estados Unidos, volvió y en la misma facultad investiga desde hace diez años en un proyecto original: entender cómo los rayos UVB también afectan a las plantas. Esa investigación, que en un futuro podría llevar a diseñar un “protector solar” vegetal, acaba de ser reconocida con el premio nacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”.

Los rayos UVB representan el 5% de la radiación ultravioleta que llega a la Tierra. Es responsable del bronceado, pero también de las quemaduras y del cáncer de piel. En los últimos años, en la comunidad se logró crear conciencia de la importancia de protegerse de estos rayos (y de los UVA, que provocan fotoenvejecimiento y también cáncer) tomando Sol en determinados horarios y usando protectores solares. Pero, a diferencia de las personas, las plantas no pueden “cuidarse”. Y sufren las consecuencias de la radiación.

“En el laboratorio estudiamos los efectos de la radiación solar ultravioleta sobre una planta en particular, la arabidopsis. Vimos que cuando están en presencia de radiación UVB son más chiquitas, crecen menos. Ahora estamos tratando de comprender los mecanismos que participan de ese proceso”, explica la investigadora, quien señala que varias proteínas intervienen en él.

Lo que hacen en el Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (Cefobi) es investigación básica. Pero el equipo de Casati quiere proyectarse y "tratar de ver en un futuro el aspecto productivo”. Las plantas, en un entorno normal, no crecen tanto por la radiación: si la ciencia pudiera modificar eso, los rindes aumentarían. “En un trabajo muy a largo plazo, se podría llegar a desarrollar algo así como un ‘protector solar’ para las plantas”, se entusiasma Casati, que viene trabajando hace una década en este tema.

Es a lo que se dedicó desde que regresó en 2005 con su esposo (que es microbiólogo) de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, donde estuvo cuatro años en una formación postdoctoral. Dice que siempre tuvieron claro que querían volver. Y también dice que, para ella, no fue más difícil hacer ciencia por ser mujer: “Nunca fui discriminada y si lo fui, no lo noté. En la biología, somos muchas mujeres investigadoras. En otras áreas, como las ingenierías y la matemática, sí hay más hombres. Lo que sucede es que en los puestos jerárquicos, las mujeres somos minoría”. Se calcula que sólo el 30 % de los puestos de toma de decisiones están ocupados por científicas.

Casati también ganó el Premio Houssay 2015 y el de la Academia Nacional de Ciencias Exactas en 2011. El reconocimiento que recibió hoy cuenta con la colaboración del Conicet y premia exclusivamente a mujeres, justamente para estimular y promover su participación en el mundo científico. Además de Casati, que recibió una ayuda de $ 300.000 para seguir adelante con su proyecto, María Alejandra Molina recibió el premio a la investigadora joven, menor de 34 años. “Estos estímulos son muy importantes porque a lo mejor podemos llegar a las chicas más jóvenes y mostrarles que la carrera científica es compatible con una vida como mujer, como madre y como esposa”, dice Casati.

Así lo siente ella en su cotidianeidad y así lo vio de Mónica, su mamá, que falleció el año pasado. La recuerda en casa, cuando era una nena, llenando hojas de anotaciones a máquina porque las computadoras no existían. “Era fisióloga, trabajaba con ratas. De chica yo no quería saber nada con ser científica. Pero en los últimos años de la secundaria, me interesó”, comenta. Y, entonces, Mónica estuvo ahí para guiarla. “Fue un modelo para mí. Y estaría muy contenta de ver mis logros”, concluye Paula, emocionada.

28 nov 2017

¿Y si compartimos el cuidado?




“¿Mi marido? Sí, me ayuda con las cosas de la casa”.

¿Cuántas veces las mujeres respondemos así a la pregunta de si ellos “colaboran”? Y contestamos así las afortunadas, las que tenemos una pareja que se “arremanga”.

Que las mujeres se incorporaron plenamente a la vida productiva es una verdad de perogrullo. Como lo es también que todavía cobramos menos que los hombres por la misma tarea, que nos cuesta mucho más ascender en las escalas jerárquicas (el tan mentado techo de cristal) y que soportamos muchas más situaciones de acoso laboral que los varones. 

Pero hay otra realidad, puertas adentro de casa, que hace que esta realidad ocurra puertas afuera: y es que el trabajo no remunerado en el hogar lo siguen haciendo, en su mayoría, las mujeres. Las mujeres hacen mayoritariamente las tareas domésticas y se encargan del cuidado de niños y adultos mayores. Trabajo que ningún empleador paga.


Hay muchas estadísticas que avalan esto y una nueva campaña que acaban de lanzar el Centro de Información de las Naciones Unidas para Argentina y Uruguay (CINU); el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD); la Fundación AVON, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Universidad Nacional de San Martín pone el foco en ellas. La iniciativa, muy original, convoca a hombres reconocidos para empezar a derribar mitos y lograr que más congéneres se involucren en las tareas del hogar y en compartir el cuidado. Justamente, así se llama: #CompartamoselCuidado.

En mi casa, siempre la gestión del hogar ha sido 50 y 50: los dos trabajamos full time y los dos nos encargamos del cuidado de nuestros hijos (y el resto de las cosas que conlleva llevar adelante una casa) de un modo equitativo, con reparto de las tareas que nos resultan más afines a cada uno. Y criamos a nuestros chicos en esa misma línea: que no hay cosas de nenes y cosas de nenas y que todos, en una familia, tenemos que colaborar para hacer que las cosas funcionen. Aunque lo que te toque hacer a lo mejor no te guste.


La campaña es interesante para reflexionar sobre nuestras actitudes, hombres y mujeres (a ver, ¿cuántas veces nosotras decimos “Dejá que lo hago yo” porque pensamos que no va a poder o porque no lo hace a nuestra manera?). Es un buen ejercicio mirar para adentro lo que cada uno hace y, también, lo que hacemos como sociedad. ¿Por qué la escuela, abierta o subrepcticiamente, sigue convocando a mamá para que sea ella la que se involucre en las demandas escolares? ¿Por qué tenemos grupos de WhatsApp de “mamis” y no de “padres”, sin distinción de género? ¿Por qué miramos raro al empleado que pide el día para cuidar a su hijo enfermo y suponemos que es la madre la que se tiene que quedar en casa en esa situación? ¿Por qué no reclamamos que haya cambiadores en los baños de varones? 

Les dejo algunos spots para seguir pensando. Y, por qué no, charlar en pareja y en familia sobre cómo compartir el cuidado.




21 nov 2017

Una enfermedad tabú, en jóvenes




La adolescencia es un momento de la vida clave para formar la personalidad, para fortalecer la autoestima. Pero para algunos, las inseguridades propias de esos años se ven amplificadas por una enfermedad limitante, estigmatizante, que los aísla socialmente y de la que recién hace muy poco tiempo se empezó a tener conciencia y a diagnosticar: la hidradenitis supurativa. Por eso, desde la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) lanzaron esta semana una campaña para detectarla tempranamente en esta población.

La hidradenitis supurativa (también llamada HS) es una enfermedad de origen autoinmune que se expresa en la piel. Provoca pústulas muy dolorosas, que suelen aparecen en los pliegues de la piel (por ejemplo, en la ingle), que además supuran y dan mal olor. Por mucho tiempo tuvo una alta tasa de subdiagnóstico, por falta de capacitación en los médicos o porque se la confundía con otras patologías. En los últimos dos años, a partir de la aparición de nuevas opciones terapéuticas, desde la SAD comenzaron a capacitar fuertemente a los dermatólogos y a lanzar campañas de concientización.

Sin embargo, para quienes la padecen, la HS es una enfermedad tabú: los enfermos suelen aislarse socialmente, con las lógicas consecuencias emocionales. “El impacto psicológico se manifiesta en la conducta sexual y social. Por eso, el abordaje de la enfermedad es aún más complejo. Se trata de un proceso que lleva al paciente a convivir con una enfermedad dolorosa, que puede dejar cicatrices en última instancia y que provoca supuración y mal olor durante los brotes de la enfermedad”, explica el dermatólogo Alberto Lavieri, máximo referente en el país en el tratamiento de la HS. 

Se calcula que unos 500.000 argentinos sufren hidradenitis supurativa. “Si bien la enfermedad suele diagnosticarse aproximadamente después de entre los 21 y 24 años, los síntomas pueden iniciarse antes, tanto en la adolescencia, durante o inmediatamente después de la pubertad, e incluso un 1% inicia en la niñez. Se estima que el 36% de los casos de hidradenitis supurativa debutan entre los 11 y los 22 años”, señala Cristina Pascutto, presidenta de la Sociedad Argentina de Dermatología. 

Ese fue el caso de Katherine Bilbao. Hoy cumple 22 años. Y a ella la HS la marcó durante toda su adolescencia. “Estuve nueve años sin diagnóstico. Lo encontré por una nota que leyó mi tía en un portal de noticias. Pasé por el Garrahan, el Zubizarreta, el Posadas, el hospital de La Plata... Me preguntaban si me autoflagelaba, si me habían violado, me hacían análisis de sida, de cáncer, porque nadie sabía qué era. Me decían que era yo, que no era una enfermedad”, cuenta a Clarín.

Katherine --que hoy está en tratamiento, trabaja en Sistemas y estudia Economía-- se abre y revela situaciones muy dolorosas que pasó por tener HS. “Sufrí mucho bullying. Algo muy cruel de esta enfermedad es que se da en partes íntimas. El desarrollo de la vida sexual es terrible... cuesta mucho confiar en alguien y mostrarte. Este es primer año que uso bikini: pasé 20 años de mi vida sin ir al mar ni a la pileta. No sé nadar no porque le tenga miedo al agua, sino porque tenía vergüenza de mostrarme. Es que sentís mucho rechazo. Por ejemplo, la gente no se me sentaba al lado en el colectivo. Los parientes preguntaban ‘Pero eso no es contagioso, ¿no? Por los nenes, ¿viste?’. Son cosas que duelen, y cuando no tenés un diagnóstico es peor porque ni siquiera les podés decir qué es”.
Hasta el viernes, la SAD otorgará turnos gratuitos para niños y adolescentes con médicos especialistas en varios puntos del país. Se solicitan a través del sitio web http://hidradenitis.com.ar y de la página de Facebook Hidradenitis Argentina.“Llegar al diagnóstico al inicio de los síntomas en la adolescencia es fundamental para controlar la enfermedad y evitar secuelascomo las cicatrices. El aislamiento, la depresión y la incomodidad, son características de esta patología. Esta situación tiene un alto impacto negativo en la formación de la identidad en esta edad, por lo que un diagnóstico temprano y un correcto tratamiento, podrían traer alivio y minimizar esta situación”, concluye Lavieri.

13 nov 2017

El Sol, con cuidado y control




El verano se anticipa intenso y el calor ya llegó. En estos días primaverales que se funden en veraniegos, disfrutar de una pileta o simplemente del aire libre es un superplan. Pero… no hay que olvidarse de los cuidados: el Sol es un gran aliado, siempre que se tengan los cuidados necesarios

Varias veces hablamos aquí de las medidas que tenemos que tomar para cuidarnos de los rayos UV y para cuidar especialmente a los chicos. La mayor cantidad de radiación ultravioleta la absorbemos antes de los 18 años. Los consejos básicos son simples: evitar las horas “pico” (de 11 a 16), cubrirse con gorro y usar un protector solar de buena calidad con un factor de protección adecuada

Tomar estos recaudos es importantísimo para prevenir el cáncer de piel, que es el tipo de cáncer más común. Hay otra medida imprescindible: el control anual de lunares. Detectado precozmente, el cáncer de piel tiene un buen pronóstico. Y se detecta con la visita al dermatólogo. 

Esta semana es la campaña anual de detección de cáncer de piel de la Sociedad Argentina de Dermatología (SAD). Hasta el 17 de noviembre, en hospitales, centros médicos, clínicas y consultorios particulares se harán consultas médicas gratuitas. El listado de lugares donde atenderse se puede consultar en www.cancerdepiel.org.ar y también se puede llamar a la línea gratuita 0800 - 999 – 0723.

Más allá de esta acción ya habitual de la SAD, este año el laboratorio La Roche-Posay lanzó también una campaña que apunta a concientizar sobre las medidas de prevención y al chequeo de lunares. El “SkinCheck on Tour” se hizo por primera vez el año pasado y alcanzó a más de 1.200 pacientes, de los cuales 48 fueron diagnosticados con lesiones sospechosas. Este año la campaña se reforzó y durante un mes habrá controles gratuitos en distintos puntos de Capital y el Gran Buenos Aires con un trailer con médicos dermatólogos. Para información sobre los próximos lugares donde estará el SkinCheck se puede ingresar a www.laroche-posay.com.ar.


22 oct 2017

Hacer deporte en el embarazo

Hace algunas semanas, dos embarazadas fueron noticia por el mismo motivo. Deportistas de alto rendimiento, se las vio competir en la más alta exigencia, luciendo sus panzas. Una de ellas fue la tenista de Luxemburgo Mandy Minella, quien jugó en Wimbledon embarazada de cuatro meses y medio. Pocos días antes había sido la estadounidense Alysia Montano la que corrió una carrera de 800 metros en un campeonato en Estados Unidos con cinco meses de embarazo. En 2014, embarazada de su primera hija, Alysia había corrido la misma carrera con ocho meses.
¿Está bien? ¿Una futura mama expone a su bebé si lleva el cuerpo a este extremo? En primer lugar, ambas son deportistas de élite, como decíamos. Y monitorearon sus embarazos para lanzarse a esos desafíos.
Pero incluso para las que no somos deportistas, el deporte es un aliado fenomenal durante el embarazo para la mayoría de las mujeres. Por supuesto que antes de iniciar cualquier actividad física durante la gestación hay que consultar con el obstetra, que nos indicará qué hacer, cómo hacerlo y con qué frecuencia. Pero una vez que tengamos el aval del doctor, hay que permitirnos disfrutar de movernos.
Como ya he contado aquí, yo no soy precisamente una atleta. Pero durante mi primer embarazo, me conecté quizás como nunca con mi cuerpo a través del deporte. Casi hasta el octavo mes nadaba entre una y dos veces por semana, cada vez más a mi ritmo a medida que avanzaban los meses, pero eso me hacía sentir activa, me relajaba y sentía también que preparaba mi cuerpo para pujar mejor (lo que finalmente no ocurrió porque tuve cesárea). También caminaba bastante, especialmente cerca del final del embarazo, una actividad muy recomendable si eres sedentaria. Con mi segundo hijo tuve un reposo muy prolongado y la verdad extrañé la rutina deportiva porque ese rato, además de ayudar a mi cuerpo, me despejaba la mente.
El sitio web de los Institutos de Salud de Estados Unidos (una página de información médica muy confiable) enumera cuáles son los beneficios de la actividad física para la mujer embarazada:
  • Ayuda a que tú y tu bebé ganen el peso correcto
  • Reduce las molestias del embarazo, como dolor de espalda o constipación
  • Reduce el riesgo de diabetes gestacional
  • Levanta el ánimo y la energía
  • Mejora el sueño
  • Ayuda a tener un trabajo de parto más corto y más fácil
  • Ayuda a una mejor recuperación después del parto y a un peso saludable
Con los recaudos generales (como beber mucha agua, evitar las temperaturas extremas, vestir ropa cómoda y suspender la práctica frente a cualquier tipo de molestia) y particulares (las recomendaciones que tu médico te indique) puedes encontrar en la actividad deportiva y recreativa grandes ventajas para ti y tu bebé.
Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

Conocer a tu hijo, momento mágico


Hay algo que siempre me pareció mágico de la maternidad, y es cómo puedes amar a alguien que no conoces. Se supone que el amor se construye sobre una afinidad, sobre una empatía inexplicable (¿por qué te enamoras de una persona y no de otra?), pero aún más inexplicable es esa empatía que sientes por alguien a quien nunca has visto. Es tu hijo, claro, lo llevas dentro, es una parte tuya (¡la mitad de sus genes son tuyos!), pero hay algo más, insisto, mágico, en ese vínculo único que es el de una mamá con su hijo.
Y creo que es por eso que uno de los pensamientos (y sentimientos) que más me atravesaban durante el embarazo era cómo iba a ser. Cómo iba a ser mi bebé, su rostro, sus manitos, su piel… Con la mayor, la ecografía en la que escanean su rostro me dio una pista: con el menor, no se dejó ver de ninguna manera, y aumentó el misterio. 
Pero la cuestión va más allá del típico “¿se parecerá a papá o a mamá?”. La ansiedad, al menos para mí, pasaba por otro lado: era lo que conllevaría ese descubrir a mi hijo. El primer encuentro.
Las mujeres tenemos miles de fantasías con el parto. Yo misma imaginé decenas de situaciones posibles. Te lo advierto: nunca será del modo en que tú lo imaginaste. Eso no es necesariamente algo malo, sino que el parto es en sí mismo una experiencia única y por eso muy difícil de prever qué va a ocurrir, y cómo tú te sentirás en ella. Estarás pensando en si será parto por vía vaginal o cesárea, en las contracciones, la episiotomía, la peridural… relájate porque, como te digo, muchas de las situaciones que en ese proceso ocurran escaparán de tu control. 
Pero hay una, fundamental, a la que tienes que prestarle atención. Una que requiere que estés 100% presente ahí, sin importar el dolor o la anestesia o lo que sea. El parto es el primer encuentro con tu hijo. Es ese momento que esperaste nueve meses. Y te aseguro que será el más feliz de tu vida.
No puedo encontrar las palabras para describirlo porque, insisto, como todo lo que pasa en un parto es absolutamente personal, pero lo que puedo sí decirte es que es una sensación que jamás sentiste hasta ahora. Verlo, tocarlo, que te lo pongan en tu pecho, abrazarlo, oírlo llorar… esos segundos van a resignificar todo. Nada de lo que esté ocurriendo alrededor te va a importar. Serás tú y tu bebé. Se abre un mundo en esos segundos, un camino que afortunadamente no va a tener nunca más vuelta atrás. Es la concreción de ese amor infinito e inexplicable. El momento en que ocurre la magia, en que ese desconocido se transforma, definitivamente, en la que persona a la que más amarás hasta tu último aliento.

Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica 

¿Quién cuida a tu bebé?




Creo que hay algo en lo que todas, absolutamente todas, las madres estamos de acuerdo: estamos convencidas de que no hay nadie en el mundo que cuide a nuestro hijo mejor que nosotras. Y probablemente estemos en lo cierto, porque nadie entiende a un bebé como su mamá, ni conoce sus necesidades y sus formas de expresarlas. 
Pero tan cierto como eso es que es imposible que seamos sólo nosotras quienes cuidemos a nuestro hijo. ¿Cómo manejar entonces la angustia cuando tenemos que volver al ruedo laboral y dejar a nuestro pequeño en manos que no son las nuestras?
Elegir niñera es una de las decisiones más difíciles que tienes que tomar como mamá. Hay otra decisión anterior: cuidadora o jardín maternal. El jardín tiene ciertas ventajas: es un ámbito pensado especialmente para los niños, se relacionan de pequeños con otros pares, y para algunas mamás puede darles más seguridad que haya varias cuidadoras y no sólo una. Con mi primera hija, yo trabajaba entonces hasta bien entrada la noche, de modo que no tenía la opción de un jardín. Y tuve que buscar niñera. 
Debo admitir que tenía muchos temores. No sólo le estaba dejando a su cuidado lo más preciado que tenía, mi hija, sino que también esa persona estaba entrando directamente en mi hogar, teniendo acceso prácticamente a toda mi vida. ¿Qué haría tantas horas en mi casa mientras yo no estaba? ¿Atendería bien a mi bebé? ¿Sería lo suficientemente responsable? ¿Cómo y dónde buscar (¡y encontrar!) a alguien que pudiera darme la seguridad que necesitaba?
La recomendación obvia es consultar primero en tu círculo más íntimo. De allí llegó la primera niñera de mi hija, Diana, una persona maravillosa que cuidó durante un año de mi beba con la dedicación de una tía. Pero si no hay alternativa en el primer círculo, amplíalo a un segundo círculo de conocidos, aunque no sean de tu súper confianza. Yo lo hice con la segunda niñera que tuvimos en casa, otra experiencia estupenda: Natalia nos acompañó cuatro años y para mis niños fue una maestra jardinera personalizada que les dejó grandes enseñanzas. 
En la actualidad, existen aplicaciones que permiten buscar y recomendar niñeras por celular. Con un sistema al estilo Uber, puedes elegir según las recomendaciones que otras usuarias han hecho. No sé si yo me hubiera animado a contratar así una niñera. Pero como en todo lo que tiene que ver con la maternidad, hay que confiar en nuestro instinto: averigua, consulta, pregunta, duda, indaga y, fundamentalmente, ten en cuenta la “piel” que te genera esa persona. Es difícil de explicar, pero te aseguro que si sientes que hay empatía, probablemente la haya. Del mismo modo, es difícil generarla cuando no surge desde el vamos. 
Y una vez que hayas elegido niñera, pon reglas claras de lo que deseas y esperas, no temas mantener un control sobre lo que ocurre en casa y, fundamental, si estás segura de tu elección deposita la cuota de confianza necesaria para ir construyendo ese vínculo, sin temor a que una niñera afectuosa te “robe” el cariño de tu bebé. Siempre serás su mamá, aunque con el tiempo sientan cariño por ella. Mis hijos adoran a Martha, la señora que hoy los cuida, y para mí es genial. Porque te garantizo que una buena niñera puede ser la mejor aliada que tengas en el día a día.
 Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

¿Se puede manejar el estrés?



Estrés es la palabra del siglo XXI. Todos vivimos estresados. Hombres, mujeres, chicos, grandes, ancianos. Nadie le escapa al estrés. ¿Es posible escaparle? 

Pero a lo mejor el estrés no es tan malo. Y más: hay especialistas que aseguran que el estrés es bueno y que el asunto sólo pasa por cómo lo manejamos. 

Eso es lo que propone el biofeedback, una corriente médica muy popular en Estados Unidos que en Argentina está teniendo cada vez más adeptos. Uno de quienes la defiende es Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. El biofeedback consiste en analizar mediante sensores la reacción del cuerpo a los factores de estrés, y enseñarle al paciente a modificar las respuestas negativas a través de distintas técnicas, como la respiración y la relajación. 

Más allá del tratamiento y la aplicación específica en cada paciente, entender los fundamentos del biofeedback sirven para entender qué nos pasa ante el estrés y cómo manejarlo

“El estrés tiene mala prensa. No sólo es bueno, sino que nos ha permitido sobrevivir a los seres humanos hasta la actualidad”, empieza Laura Maffei, especialista en Endocrinología Clínica y miembro de la Sociedad Argentina de Endocrinología (SAEM), y una de las referentes en biofeedback en el país. 

La especialista explica que el estrés existe desde la prehistoria: cuando el hombre primitivo se enfrentaba diariamente a la amenaza de un animal salvaje, el cerebro enviaba una señal a las glándulas suprarrenales para que segregaran adrenalina y cortisol. Estas hormonas activaban una especie de “mecanismo de defensa” con el único objetivo de responder frente a ese peligro y buscar la autopreservación. 

Hoy, nos generan lo mismo que a nuestros antepasados. “Producen un aumento de la tensión arterial, de la frecuencia cardíaca, de la contracción muscular, la respiración, de la sudoración, agrandan las pupilas y mejoran la memoria. Gracias a estas acciones le cuerpo y la mente se preparan para enfrentar el peligro o huir de él”, explica. Una vez superada la situación de tensión, las hormonas del estrés bajan. 

Hoy nos encontramos con “mamuts” por todos lados: el trabajo, las obligaciones, la economía, la agenda de los chicos, el tránsito, el cumplir con todo. Más que factores de estrés, Maffei dice que son “alertas constantes que se tienen en la sociedad en que vivimos, que nos hacen sentir amenazados permanentemente. El aprender a manejar y reaccionar a estas alertas constantes es la mejor forma de optimizar el estrés y no permitir que se convierta en un estrés crónico, el cuál es sumamente perturbador para nuestra salud física y psíquica”.
Este año, una de las películas más taquilleras hablaba justamente de ese estrés crónico: en “Mamá se fue de viaje”, el personaje de Carla Peterson se encuentra sobrepasado por esas “alertas constantes”, como las llama Maffei. ¿Hay una cuestión de género en el estrés? ¿Las mujeres lo sufren más que los hombres?

Según la especialista, hombres y mujeres “tenemos formas y limites diferentes. A pesar de que las mujeres hoy trabajan a la par de los hombres, los trabajos científicos muestran que siguen reaccionando al estrés como en las épocas de las cavernas. Frente a una amenaza detectada por nuestro cerebro, éste da la orden a las glándulas suprarrenales para que fabriquen adrenalina y cortisol. Midiendo estas hormonas en un laboratorio de estrés se sabe que el hombre reacciona con un pico tres veces superior al de la mujer. Esta reacción servía para enfrentar a los animales salvajes. Cuando en ese mismo laboratorio se incorporaba su pareja a la prueba, la reacción al cortisol del hombre era menor, es decir, se estresaba menos, no así cuando se incorporaba un hombre. ¡En ese caso la respuesta era superior! En cambio, las mujeres tenían una reacción menos intensa y, al revés del hombre, incorporado a su pareja la reacción del cortisol, ¡era superior!”. 

Pero los estudios mostraron que esa reacción bajaba ante una compañía femenina. Lo que las mujeres, intuitivamente, ya sabemos y ponemos en práctica: las redes con otras mujeres para llevar adelante las complicaciones cotidianas. “En el 2000, autores como la Dra. Shelly Taylor describen la reacción protección-afiliación de la mujer, que viene también de estas épocas prehistóricas, como una alternativa a la reacción típica de lucha-huida observada en los hombres. La mujer debía cuidar de su embarazo y de la cría y entonces debía encontrar métodos de protección que no las expusieran a la extinción de la especie. De esta forma, la protección durante los momentos difíciles y la socialización con sus pares les daban mejor protección frente a las amenazas. Si hoy conservamos el placer de juntarnos con amigas, o de conversar con nuestra madre sobre nuestras cosas, esto tiene relación con la necesidad de juntarse entre ellas que tenían las mujeres de las cavernas para controlar el estrés que vivían frente a una amenaza. Las mujeres con otras mujeres pueden disminuir así su reactividad al estrés. ¡Hay que aprovecharlo!”, remarca, como una estrategia anti-estrés.

Maffei también sugiere otros tips básicos para manejar el estrés:

  • Salir a caminar y pensar cómo optimizarlo
  • Nunca dejar de hacer tres horas por semana de actividad física y priorizar una actividad placentera
  • Hacer pausas en el trabajo
  • Entrenarse en reconocer las situaciones estresantes paratener las mejores estrategias al enfrentarlas

Pero advierte que hay síntomas en los que se debe consultar a un especialista (como un endocrinólogo y un psicólogo entrenados en el tema): si hay pérdida de memoria, más irritabilidad, más enojo, pérdida de eficiencia o si uno se siente más deprimido. 

Y, por último, una advertencia para padres: los chicos también pueden ser afectados por el estrés “mal manejado”.  

“Se ha demostrado que los niños sedentarios y exigidos producen más cortisol que los que hacen actividad física al aire libre, como correr o andar en bicicleta. Los chicos de hasta 12 años son muy sensibles al llamado ‘derrame del estrés parental’. Las discusiones de los padres y las situaciones familiares los afectan particularmente hasta la adolescencia y es importante considerar estos aspectos, teniendo el mejor diálogo y los cuidados para propiciar su crecimiento saludable”, remarca.

Foto: Flickr / RenauldPhoto

Muerte a Dorothy




Cuando era chica, miraba un programa mexicano que se llamaba Odisea Burbujas. Lo daban a la tarde en Canal 13 y los protagonistas eran unas personas metidas dentro de unos trajes de felpa. O, mejor dicho, los personajes dentro de los que estaban metidos (ya no existen programas para chicos con gente metida en disfraces, ¿no?). Yo lo amaba. Y mi pasión empezó en un capítulo en el que los personajes recreaban la historia del Mago de Oz y su camino de baldosas amarillas. Lo busqué y busqué en YouTube, y no pude dar con él.

Pero la historia del Mago de Oz siempre me quedó resonando. El año pasado, mi hijo leyó una versión del relato en la escuela y después ambos cayeron en Netflix en la película original de Judy Garland. Es una maravilla. Un clásico de la época de oro del cine de Hollywood, cuando el color empezaba a teñir (literalmente) la pantalla (el color tiene un sentido en la historia). Y una canción, Somewhere over the rainbow, simplemente bellísima.


Efecto Oz: mis hijos se fanatizaron. Sacamos de la biblioteca el viejo libro de la colección Robin Hood, lo leímos, nos vimos la precuela de Oz el Poderoso y así, un día, descubrimos en una librería una tapa de un libro sugerente: negra, con el vestidito cuadrillé celeste y blanco de Dorothy, y en letras negras un título provocador: Dorothy debe morir.

Obvio, nos lo llevamos a casa. Y acá estamos enfrascados en una vuelta de tuerca moderna y no menos fantasiosa del clásico que L. Frank Baum escribió hace décadas. Para los que no conocen la historia, Dorothy es una chica de Kansas a la que un tornado revolea, junto a su perro Toto, en un lugar mágico llamado Oz. Con la ayuda de sus amigos el León cobarde, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata, deberán recorrer el camino de baldosas amarillas para encontrar al Mago que la devuelva a casa, y evitar que una malvada bruja la mate.
Pero estamos en el siglo XXI y las cosas han cambiado. Dorothy volvió a Oz y se convirtió en su reina y tirana, y sus tiernos amigos en sus sicarios. Es que quizás nada sea lo que parece. Es que quizás lo bueno no es tan malo y lo malo... bueno, quizás no lo sea tanto.  ¿Cómo saber en quién confiar? 

Esa pregunta plantea Danielle Page, la joven escritora estadounidense detrás de la saga (tiene cuatro libros más dos precuelas, Mondadori Random House lleva editados aquí los primeros tres volúmenes). La protagonista ahora es Amy Gumm, otra chica a la que también trajo un tornado de un Kansas donde vivía una vida miserable con una madre ausente y el bullying de sus compañeras de escuela. 



Amy se verá forzada a matar a Dorothy para salvar a Oz y, a lo mejor, poder volver a Kansas. En el camino, se irá conociendo en un viaje fantasioso y no exento de violencia, que recuerda por momentos al recorrido que tiene que hacer Harry Potter para liberarse de Voldemort. Porque el poder de Amy no están en los zapatitos rojos sino en un puñal mágico. O a lo mejor está en ella misma y todavía no lo descubrió.

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Cada noche, siguiendo nuestro ritual de lectura familiar, "leemos a Dorothy", como me pide mi hijo. Es algo que no me canso de recomendar: el momento de lectura nocturno. Y si es con una historia que logra conectarnos a chicos y adultos, muchísimo mejor. Acá esperamos ese ratito juntos para saber, finalmente, por qué Dorothy debe morir. 



14 sept 2017

La receta de la felicidad



En 2015, tuve la oportunidad de viajar a Copenhague, la capital de Dinamarca. Me sorprendió tanto la vida danesa que me sentía como en Marte. Escribí tiempo después una nota en Clarín en la que contaba esas sensaciones.

Dinamarca tiene una estadística envidiada: es el país donde sus habitantes tienen el mayor índice de felicidad. Donde la gente se siente más feliz en el mundo. Existe incluso el Instituto de la Investigación de la Felicidad, un organismo que se dedica justamente a investigar sobre ese concepto tan intangible. Porque, ¿qué es ser feliz?


Nyhavn, el principal paseo de Copenhague

Los daneses tienen una respuesta. Y según Meik Wiking, el director de ese instituto, no pasa por el estado de bienestar, la estabilidad económica, una sociedad donde las reglas funcionan o un clima amable (esto último, Dinamarca no lo tiene: es un territorio frío, con inviernos duros de noches eternas). La receta está en el hygge.

Hygge, la felicidad en las pequeñas cosas, es un precioso librito que escribió Wiking y que Paidós acaba de editar en Argentina. En él, el investigador analiza qué es lo que hace tan felices a los daneses. Y lo estandariza en una serie de ideas para que cualquiera, en cualquier lugar del mundo, pueda poner en práctica esa fórmula.


El libro analiza qué es el hygge y cómo alcanzarlo

La clave, sostiene el autor, es el hygge. Explica que este concepto “tiene más que ver con el ambiente y la experiencia que con las ‘cosas’. Consiste en estar seguros con las personas que amamos. Una sensación de hogar. Sentirnos seguros, protegidos del mundo, y permitirnos bajar la guardia. Ya sea teniendo una conversación sin fin sobre las pequeñas o grandes cosas de la vida —o solo estar a gusto en compañía del otro en silencio— o sencillamente disfrutando de una taza de té a solas”.

“El hygge es humilde y lento. Consiste en preferir lo rústico a lo nuevo, lo sencillo a lo elegante, y la atmósfera a la emoción. En muchos sentidos, el hygge podría ser el primo danés que nos enseña a vivir despacio y en forma sencilla”, sostiene. 

Ahora bien, ¿cómo poner en práctica el hygge? Estos son 10 consejos básicos de Wiking (en el libro hay varios más, incluidas las recetas de los platos típicos que comen los daneses y que contribuyen a su hygge).


Un plato típico danés 

10 El mejor indicador de si somos felices o no son nuestras relaciones sociales. Es la pauta más clara y recurrente. La pregunta es cómo dar forma a nuestras sociedades y a nuestras vidas para que las relaciones sociales florezcan. Una respuesta importante es centrarse en un equilibrio sano entre vida y trabajo. El tiempo compartido con los demás crea un ambiente cálido, relajado, agradable, centrado, confortable, cómodo y acogedor. Es como un buen abrazo, sin el contacto físico. El arte del hygge es también el arte de ampliar tu zona de confort incluyendo a otras personas. 

2) El hygge está cargado de una fuerte orientación y compromiso hacia la vivencia del momento presente. 

3) Consiste en apreciar los placeres sencillos de la vida que se pueden conseguir con un presupuesto reducido. El ambiente adecuado o el sentimiento de unión no se pueden comprar. No podés sentir el hygge si estás apurado o estresado. 

4) Beber (y sostener) con las manos una taza de café caliento o de tu té favorito también es reconfortante y hygeligt (que promueve el hygge). 

5) Disfrutar de la comida y prepararla es hygge. Wiking propone armar un club gastronómico entre amigos. En vez de juntarnos entre cinco o seis y turnarnos para ser el anfitrión, preparar la comida todos juntos. Se crea un trato más igualitario, sin que nadie tenga que atender a todos los demás invitados.

6) Tener en casa un hyggekrog, algo así como un “rinconcito”. Es el lugar donde te gusta acurrucarte con una mantea, en compañía de un libro, con unos almohadones y una taza de té. El rincón de tu casa donde sentarte y relajarte después de un largo día. Cuando estamos allí, sentimos que tenemos el control y no nos encontramos expuestos a lo imprevisible. Eso es hygge

7) Cómo armar tu casa hygge: para los daneses, siempre debe haber velas, objetos de madera, una conexión con la naturaleza en la decoración (hojas, maderas, pieles de animales), una estantería con libros, objetos de porcelana, mantas, almohadones, y piezas vintage y que privilegien lo táctil. Según Wiking, todo esto contribuye a generar un ambiente hygeligt.

8) Fuera de casa, el contacto con la naturaleza es hygeligt. Cuando estamos cerca de la naturaleza, no nos engulle el uso de la electrónica ni hacer malabarismos. No hay lujos ni extravagancias, sólo la compañía y la conversación.  

9) Elige un estilo informal. En Dinamarca, ése es el estilo clave. La moda danesa es elegante y minimalista, pero confortable. Usan fulares y bufandas, pulóveres voluminosos se visten en capas y les gusta mucho el negro.

10) ¿Un kit de emergencia para alcanzar rápidamente el estado hygge? Velas, un buen chocolate, una taza de té, tu libro favorito, tu película o serie favorita, una mermelada casera, un buen suéter y un par de medias de lana, las cartas favoritas que hayas recibido, un cuaderno donde tomar notas, una buena manta, música y un álbum de fotos. 

Para seguir leyendo: Hygge, la felicidad en las pequeñas cosas. Descubre por qué los daneses son los más felices del mundo y cómo tú también puedes serlo, Meig Wiking, editorial Paidós, 282 páginas, $ 309.