Cómo abordar el tema del alcohol con los hijos




Hace poco, en una reunión con familiares y amigos, la maternidad me puso a  prueba con esas situaciones que una piensa todavía lejanas, pero no lo están. Había varios chicos de la edad de los míos y todos estaban jugando a que habían armado una fiesta “en un boliche” y los más grandes –entre ocho y 11 años—se llevaron una botella de cerveza vacía y bromearon con que estaban tomando alcohol.
Se me encendió el sistema de alertas. El consumo de alcohol me parece un tema para el que todavía falta mucho para preocuparme –en unos años, en la adolescencia, ¿para qué ahora?–. Pero esa situación de juego me mostró que el alcohol –como las drogas—está ya presente como algo cotidiano no sólo para un adolescente, sino también para un nene.
Justo hace unos meses, llegó a mis manos una guía  para padres que armó la fundación canadiense Educ’ Alcool, con consejos para hablar de alcohol con los hijos. En América Latina, la cámara que nuclea a las empresas cerveceras la adaptó y la está distribuyendo en cada país. Hubo un consejo que me llamó muchísimo la atención: los especialistas que la redactaron afirman que hay que traer el tema al diálogo familiar desde la primera infancia, y que a los 6 años ya entienden cuáles son los comportamientos socialmente aceptados con relación al consumo de alcohol. Por eso, afirman, nunca es temprano para empezar a hablar con los hijos sobre el tema.
Mi hija lo trajo a la conversación hace pocos meses. Preguntó si estaba bien tomar alcohol, y cuánto se podía tomar. En nuestra casa, no es un consumo habitual en la semana, pero sí los fines de semana, una copa o un trago acompañando una comida. Le puse como ejemplo las papas fritas, y funcionó: podemos comer un paquete chico una vez a la semana como un gusto, pero si nos comemos una bolsa grande entera o si las comemos todos los días, no nos van a hacer bien. Aproveché para explicarle de manera simple que los que pueden tomar alcohol son los adultos y que esto no tiene que ver con un capricho de los grandes, sino con que el cuerpo de un chico no está preparado para “procesar” el alcohol. Por eso, los chicos no pueden beberlo. Podrán hacerlo cuando sean adultos, y con moderación. Y, de paso, le hablé sobre el conductor responsable: fui enfática en que cuando se maneja un auto no hay que tomar alcohol, y le conté que está creciendo la tendencia de que cuando un grupo de amigos sale, se elige a uno que va a manejar y no va a tomar alcohol. El siguiente fin de semana, cambiarán de roles para que ése que no tomó pueda hacerlo, y otro ocupe el lugar de chofer. “Claro, si no no sería justo”, me dijo, entendiendo el concepto.
Después de la conversación, volví a leer la guía. Estimo que debe ser bien distinto hablar con un adolescente, y más si nunca se lo hizo. Me subrayé algunos conceptos que me parecieron interesantes. El que atraviesa todo el texto tiene que ver con el diálogo y el acompañamiento a los hijos: cuanto antes hablemos de alcohol con ellos, menos riesgo habrá de que caigan en un consumo temprano y/o abusivo. Nuestro ejemplo es muy importante, ya que los chicos imitan las actitudes de los padres y pueden en el futuro adoptar los hábitos de consumo que ven en casa. La guía también sugiere retrasar el contacto de los hijos con el alcohol y no recomienda el “mojarse los labios” en la bebida para evitar que prueben a escondidas. Explicarles, tengan la edad que tengan, las consecuencias del alcohol en el cuerpo y los riesgos asociados a su consumo. Establecer reglas claras, razonables y posibles de cumplir. Ser firmes en nuestros argumentos, pero a la vez escuchar y respetar los suyos. Supervisar sin ser controladores. Y no olvidar confiar en ellos.


¿Cómo abordás estas conversaciones con tus hijos? 

Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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