Un viaje al futuro




Esta vez me tomo una licencia personal. Porque el blog también es un espacio para hablar de las vivencias, y de cómo tenemos puntos en común, unos y otros, con nuestras historias y nuestros proyectos. 

Hace unos días, mi madre cumplió 60 años. No de edad, sino de inmigrante. Seis décadas desde que llegó a la Argentina, en un barco desde Italia, una Nochebuena de 1957. Esto escribí para ese aniversario en Clarín y vuelvo a compartirlo aquí. Un homenaje a ella, y a otros tantos que al igual que mi mamá emprendieron un viaje, buscando un futuro.




Ahí está el océano. Qué hay del otro lado, no lo sabe. No puede saberlo. Quizás lo imagina. Sí, imagina que ahí está el futuro. Necesita imaginar eso, porque es la manera de soltar lo que está atrás. En la tierra firme que está dejando, queda el dolor de la guerra que pasó, pero también su lugar, su historia, sus afectos y lo que es seguro. Bueno y malo, pero conocido.

El mar que ve delante es incertidumbre. La mayoría de los humanos necesitamos certezas. Son la base de lo que nos permite construir nuestro mundo privado, nuestras rutinas, el tablero de ajedrez en el que armar nuestras jugadas. En este momento no las tiene. Pero como toda falta de algo, puede ser una oportunidad para generarlo. 
Siente que allá, cruzando toda esa inmensidad, hay un mundo de posibilidades. Habrá que atravesar el mar y llegar del otro lado. Empezar de nuevo. Es joven, puede hacerlo. Lleva su fe y su voluntad de trabajo. Lleva su baúl cargado de sueños. Las cosas no pueden salir mal. Hay que tener siempre buenos pensamientos, para que cuando pase un ángel, diga amén.
En la vida, las cartas de navegación son imprecisas. Las brújulas no siempre nos funcionan. Creemos que debemos ir hacia un lado, pero la corriente nos lleva hacia el otro. Muchas veces podemos disfrutar de la velocidad crucero en un mar calmo. Pero muchas otras veces tenemos que enfrentarnos a olas enormes, a tormentas devastadoras. Debemos aferrarnos al timón y seguir adelante, capeando el temporal. Hay que aguzar la mirada en la noche cerrada y buscar la luz de un faro que nos guíe hasta la orilla. Nunca bajar los brazos, y en la tempestad más oscura mantener el rumbo hacia el puerto.
Hoy lo entendió, pero en ese momento, cuando sueltan amarras y salen a altamar, no sabe nada de eso. 
El barco llegó una mañana de un día como éste, hace 60 años. Y si ella, mi mamá, tiene ahora una certeza, es que valió la pena hacer ese viaje.

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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