Mi hija comenzó cuarto grado y en la escuela está aprendiendo a estudiar: ciencias sociales y naturales, libros y apuntes con largos textos. Es un proceso clave para toda su educación futura, incluyendo la universidad si ella quiere.
Estudiar no es memorizar, sino entender. Se convierte en una tarea difícil, porque muchas veces no se nos enseña de esa manera. Recuerdo un profesor de la secundaria que tuve un año en tres materias: nos mandaba a “estudiar” para la clase siguiente tres capítulos del libro. Ese día tomaba lección y nos hacía pasar al frente a responder sus preguntas. Todos repetíamos como loros, sin entender nada de lo que estábamos diciendo. Por supuesto que, apenas aprobé la materia, olvidé lo que había “aprendido”. Fue una pérdida de tiempo.
Creo que sin involucrarnos de manera errónea ni obstruir los procesos de aprendizaje que llevan adelante las maestras en la escuela, podemos acompañar a nuestros hijos en el aprender a aprender. Es fundamental que no memoricen, insisto. Lo que tienen que lograr es entender lo que están leyendo. En la medida que puedo, trato de sentarme con mi hija cuando se pone a estudiar y escucharla. No le doy la respuesta cuando no la encuentra, sino que trato de llevarla a destino con mis preguntas, que por momentos me hacen parecer a una psicóloga con su paciente en el diván. ¿Y qué piensas de esto? ¿Por qué te parece que pasó eso? Si este grupo tenía estas características, ¿qué características debería tener el grupo que era su opuesto?
A mí me sirvió mucho aprender a resumir las ideas centrales de los textos y a organizarlas en cuadros sinópticos para entender causas y efectos. Me lo enseñó una profesora de administración a la que agradeceré toda mi vida porque rendí todas las materias que estudié con ese método. Pero también me sirvió otro método que me inculcó mi profesora de geografía, y que es el que trato de transferirle hoy a mi hija: transporta lo que estás leyendo en ese texto a la vida real. Hasta lo que parece más lejano, estúpido e inútil para aprender, puede tener un sentido si le encuentras una conexión.
Les pongo un ejemplo. Paloma está aprendiendo cómo llegaron los primeros habitantes a América desde Asia. Me hizo volver a aprender, porque lo había olvidado, que llegaron cruzando por el Norte, por el estrecho de Bering. A partir de ahí, preguntó: ¿se puede seguir cruzando por tierra? A la repregunta de cómo se unen Asia, América y Europa, empezamos a pensar juntas. ¿No es más fácil ir de Europa a Asia por tierra? ¿Cómo se puede cruzar por mar? ¿Por qué es tan importante? ¿Cuántas cosas de las que consumimos hoy nos vienen por barco desde China? Desde esa primera enseñanza de la escuela sobre algo que pasó hace millones de años, llegamos a conectarlo con nuestra vida cotidiana.
No soy pedagoga y no tengo recetas. Pero sí la certeza de que el conocimiento te da poder y que el poder te da libertad. En todos los ámbitos de la vida. Y entonces aplico la intuición. Un niño no es muy distinto de un adulto. A mí me gusta saber de las cosas que me interesan, no de las que me aburren. Entonces tratemos de que les interesen muchas cosas, porque tienen muchos años de escuela por delante y quiero que estudiar no sea para ellos un sufrimiento (ni para mí tampoco), sino que la pasen bien.
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