¿Cuándo es el momento en que tu hija entra a la adolescencia?
¿Cuando te comunica que decide hacerse un piercing en la panza y vos activás toda la red de profesionales a tu alcance para evitar que se meta en un tugurio infecto? ¿Cuando se lleva 1 o 7 materias a febrero, no importa, da lo mismo, y te obliga a replantear el 20 de diciembre las vacaciones de toda la familia? ¿Cuando decide dejar de dormir con sus peluches? ¿Entra a la adolescencia la noche que se fue sola a una matiné, y vos te consolás pensando que están todos los papás del club para cuidarla y que no, claro, ella no va a participar en ninguna competencia de chape? ¿Entra a la adolescencia el día en que te encontrás en la góndola del Farmacity oliendo los Impulse como cuando eras chica pero, obvio, no lo estás comprando para vos? ¿O entra a la adolescencia en ese momento difuso en el que el dispositivo electrónico pasa a ser el objeto más importante de su vida? ¿O había entrado antes, cuando vos le diste a leer Mujercitas y ella lo arrancó, pero al segundo capítulo le pareció un plomo atómico? ¿El decreto de entrada a la adolescencia es el viaje de egresados, embarcada con 40 pibes y tres padres a Santa Teresita, un destino que se te antoja tan lejano como el Sahara? ¿Entra tu hija a la adolescencia en el momento de su menarca, como una marca ancestral, o cuando vos asumís que eso va a pasar pronto y stockeás para ella el vanitory del baño con toallitas de todos los tamaños? ¿O cuando se saca la primera foto en minishort mirando al espejo y poniendo trompita para después subirla a Instagram? ¿O cuando en la cena empieza a comer desaforada, como si nunca fuera a saciar su apetito? ¿La adolescencia irrumpe cuando dejás de entender sus códigos, como por ejemplo que una de sus amigas le deje a su cuidado los fueguitos de Snapchat mientras está de viaje, como si fueran un perro? ¿O cuando se vuelve sola del colegio por primera vez, mientras vos rezás un rosario de rosarios?
¿Llega la adolescencia en un día, en un momento, o es un proceso que asumís y negás en las mismas proporciones, y que cuando llegó te explotó en la cara sin que te hubieras dado cuenta? Hablo de hija porque es la mayor y lo que me toca ahora, pero descuento que da lo mismo el género. O no, no sé. Se me antoja pensar que en esta sociedad que todavía tiene mucho de patriarcado, para la madre de un varón es más fácil. Que ellos están expuestos a menos peligros en la calle, a menos riesgos, que la violencia sexual es para las mujeres una amenaza mayor.
¿Qué se hace con una hija adolescente? ¿Cómo se equilibran las voluntades? ¿Cómo se equiparan los deseos de ella con los miedos tuyos? ¿Cómo se comporta una madre bien pensante que quiere ayudar a su hija a crecer con la misma madre que sabe que vive, esta chica, aquí y ahora?
Intuyo que mi hija está entrando a la adolescencia. Quiero creer que todavía no entró. Sé que entrará pronto. Y la cabeza, y el corazón, se me llenan de preguntas.
Cuánto escribimos sobre la maternidad, sobre lo que nos pasa a las madres. Sobre los miedos, las fantasías, las necesidades. Llegado a este punto, siento que todo lo que tuve que enfrentar antes fue una pavada. Desde la tortuosa lactancia a dejar los pañales, desde aprender a ponerles límites hasta que ingrese a ese mundo desconocido que se llama jardín de infantes, desde que una niñera la cuidara y temiera que me sacara el lugar hasta aprender a lidiar con ser trabajadora full time y, por ende, madre part time.
El gran, gran, gran dilema de la maternidad, estoy convencida, es aprender a soltar. Es la tarea más difícil. Nadie te prepara para eso. No hay fundaciones, puericultoras ni médicos que te digan cómo hacerlo.
Es una línea tan delgada. Dependieron 100% de vos y ahora tenés que lograr que lleguen al 100% de autonomía. ¿Seremos los padres los que más adolecemos en la adolescencia? Siento que me vienen por delante años de más y más preguntas.
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