Los riesgos del parto en casa


En los últimos años, cada vez viene creciendo más fuerte la tendencia de las mujeres que deciden tener el parto de sus hijos en casa. Aseguran que los hospitales medicalizan un proceso que es natural y que la especie humana ha realizado por siglos en las mismas condiciones: el dar a luz.
Así, hay médicos y parteras que ofrecen asistir partos domiciliarios y también doulas, mujeres que no son médicas pero que acompañan a las madres en el trabajo de parto, desde el apoyo y la experiencia de otras mujeres.
Este parto “natural” se puso de moda e incluso varias famosas optaron por tener así a sus hijos. Contado de esta manera, parece maravilloso. Pasar todo el trabajo de parto en tu casa, parir en tu cuarto, recibir a tu bebé en tu pecho y no desprenderse de él nunca más. Pero… ¿en la vida real todo es siempre tan perfecto?
Que la mortalidad materna haya descendido vertiginosamente en las últimas décadas se debe, en buena medida, a esa institucionalización del parto. En el ámbito de un hospital o clínica, la madre y su bebé están monitoreados constantemente y eso permite reducir de modo significativo los riesgos para ambos.
Los promotores del parto domiciliario dicen que toda mujer tiene derecho a elegir cómo parir y a hacerlo de la forma más natural posible. Los detractores argumentan que el parto es un evento impredecible y que ese niño por nacer tiene derecho a hacerlo en las condiciones que mayor seguridad brinden a su salud. Comparto esta última idea. Honestamente, creo que parir en casa es como volver a iluminarnos con la luz de las velas.
Con mi primer hijo deseaba un parto natural, como parte de ese mandato de que si no parís con dolor (o no lo das la teta) sos menos madre. El líquido meconial determinó una cesárea directa: intentar un parto era exponer a mi bebé. Después de la cesárea, me quité de encima el pesado saco de la madre sufriente y perfecta. Y cuando confirmé el segundo embarazo, le dije a la obstetra: “¿Cuándo programamos la fecha de la cesárea?”.
Creo que los principios del parto respetado pueden alcanzarse en un parto medicalizado. En la Argentina, desde hace diez años está garantizado por ley. Esto es, por ley todas las mujeres podemos exigir, sin importar el lugar en el que parimos, que se cumpla el derecho a:
  • Ser tratadas con respeto y de modo personalizado, considerando nuestras pautas culturales
  • Ser consideradas protagonistas de nuestro propio parto y no alguien enfermo
  • Estar informadas sobre las intervenciones médicas
  • Al parto natural y a evitar prácticas invasivas que no estén justificadas
  • A estar acompañadas por una persona de nuestra confianza y elección durante el trabajo de preparto, parto y postparto
  • A tener a nuestro bebé a nuestro lado, siempre que no requiera cuidados especiales
  • A recibir apoyo para amamantar y asesoramiento sobre nuestros cuidados y los del bebé.
Con mi primera hija, mi esposo me acompañó en el parto. Me pusieron a mi beba en el pecho apenas nació, luego su papá la acompañó a neonatología, alrededor de una hora después me la trajeron y desde entonces empecé ese vínculo tan maravilloso de madre e hijo. Con el segundo fue igual. Les garantizo que ni el monitoreo, ni la anestesia, ni las suturas ni la sala de neonatología lo dañaron en lo más mínimo. Mis partos resultaron geniales porque fueron el encuentro con mis hijos. Perfecto a nuestro modo, sin encajar en ningún ideal. Porque así es: cada uno es una experiencia única. Y les aseguro que, incluso en un hospital, es la más fantástica que me tocó vivir.
Post en Disney Babble.

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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