No se es menos madre por tener una cesárea


Recuerdo la ansiedad por llegar en el curso de preparto a la clase del pujo. Tomé nota de todo, aunque consciente de que, en ese momento, no iba a poder aplicar nada. Confiaba en que mi marido me sostendría la mano fuerte para que yo pudiera expulsar mis hijos al mundo, transitando con el dolor en el cuerpo el camino que millones de mujeres hicieron desde hace miles de años sin prepartos, solo guiadas por su instinto. 
No recuerdo nada del preparto tampoco cuando estoy acostada en una camilla del quirófano, sola, mientras mi marido hace los trámites de admisión. Lloro desconsolada y grito en cada contracción que sé que será inútil: hubo meconio, no tengo dilatación, la beba no va a resistir un parto vaginal. Cesárea.
¿Por qué? ¿Por qué no puedo pasar por la experiencia de un parto natural? ¿Por qué la anestesia, la cirugía y la medicalización del nacimiento? Me enojo conmigo, con eso mío que falló para torcer el mandato de la naturaleza. Pero no tengo opción. Abrirán mi vientre y de ahí sacarán a mi hija.
Tres años después, llegó el segundo test de embarazo positivo. Consulté con la obstetra, la misma del primer parto. Mi primera pregunta fue: ¿para cuándo programamos la cesárea?
En estos días, el debate cesárea versus parto vaginal explotó en todo el mundo a partir de una imagen que la fotógrafa Helen Aller posteó en Facebook. La red social la dio de baja por considerarla ofensiva, pero la foto se viralizó rápidamente: en una semana la vieron tres millones de personas. ¿Qué muestra? Un bebé recién nacido sobre las piernas y el pubis de su madre, de la que se ve la cicatriz de una cesárea. “Aquellas personas a las que no les gusta la imagen, tómense un instante para considerar a las miles de personas alrededor del mundo que esta foto ha ayudado. Solo necesitan leer los comentarios para saberlo. Así que, en lugar de ofenderse, por favor dejen que otra persona tenga un poco de paz y alegría por algo. ¡Hay muy poco de eso en el mundo en estos días!”, escribió Aller cuando volvió a postear la foto en la red social.
Tuvo miles de comentarios. Estaban los que seguían considerando la foto ofensiva (¿por qué cuando algo nos perturba en vez de indagar en las razones insistimos en considerarlo ofensivo? ¿Ofensivo para quién?) y los que decían que la imagen banalizaba la cesárea, que no deja de ser una cirugía. Para esto se apoyan en un reclamo concreto de la Organización Mundial de la Salud (OMS): que las cesáreas vienen en aumento en todo el mundo, en especial en los países de ingresos medios y altos, y que esta operación solo debe realizarse cuando sea estrictamente necesario.
Nadie puede objetar lo que dice la OMS, pero quiero rescatar los miles de comentarios de mamás que pasaron por una cesárea y que sintieron lo mismo que yo. O, mejor dicho, les hicieron sentir que no tuvieron un parto real, que el nacimiento de sus hijos fue medicalizado y no natural, que la verdadera madre es la que cumple con el mandato de parir con dolor. 
Si tuviste o ya sabes que tendrás una cesárea, no eres menos madre. Una madre no se distingue por una cicatriz en el bajo vientre o una episiotomía, como tampoco la distingue dar la teta o el biberón. Creo que hay en este tema, como en la lactancia, un fundamentalismo que es cruel con las mujeres y que muchas veces viene de las mismas mujeres. A mí me hubiera gustado tener un parto natural y una lactancia prolongada hasta los dos años: no pude, mi cuerpo dijo que no. ¿Me tengo que castigar o ser feliz con la forma de maternidad que tuve en suerte?
Lo único que sí lamenté de la primera cesárea fue que, por la anestesia, sentía los brazos adormecidos y no pude abrazar a mi beba fuerte como hubiera querido. En la de mi hijo, programada porque la obstetra no quiso correr riesgos y yo lo avalé, tuve mucho más control de mi cuerpo, llegué tranquila al quirófano, hicimos chistes, nos sacamos fotos y tuve un parto espectacular después de un embarazo complicado. Las cesáreas no me causaron complicaciones con la lactancia ni en mi recuperación. Tampoco me dejaron marcas estéticas importantes. Y además me saqué de la cabeza el estigma de la mamá por cesárea: no es el dolor lo que define cuánto pones el cuerpo para traer a tu hijo al mundo.

Estes post se publicó originalmente en Disney Babble. 

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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