Llegamos al cine 15 minutos antes de que empiece la función. “Es tarde”, dice mi hija. “Estamos bien”, dice mi hijo. Cada uno expresa una emoción distinta y ese diálogo no puede ser más adecuado a la película que estamos por entrar a ver: Intensa-Mente.
El nuevo estreno de Disney es otra obra maestra de Pixar. Como el estudio nos tiene acostumbrados, es otra genialidad de animación, tiene otra vez personajes queribles, gags divertidos, emoción sin golpes bajos y un guión perfecto. Pero es algo más. Como ninguna otra película de Pixar, es un manual para padres. Lecciones de paternidad y enseñanzas para los más chicos que, sin exagerar, pueden cambiar la forma de encarar la vida.
Tengo una hija que está por cumplir 10 años así que el planteo de la película me toca muy de cerca: ¿qué pasa en la cabeza de una niña de 11 años? ¿Por qué puede ser tan dócil y, de pronto, sentir que es una desconocida? ¿Qué sucede que está en un momento bien y al siguiente estalla en un ataque de furia? ¿Por qué me dice a veces “estoy triste y no sé por qué”?
La explicación que encontró el gran Pete Docter (el mismo director de Monsters Inc y Up: una aventura de altura) no pasa por la neurociencia ni la psicología, sino que es mucho más poética y divertida. Cinco emociones, caracterizadas cada una por un color, pugnan por manejar una consola que organiza los pensamientos, palabras y acciones de Riley: Alegría amarilla, Tristeza azul, Desagrado verde, Furia roja y Temor violeta. Pero el cerebro no es tan sencillo. Hay también millones de recuerdos clasificados en distintas categorías (centrales, profundos, olvidados), “islas” que forman la estructura de la personalidad de una persona (la honestidad, la amistad, la familia, la diversión, su deporte favorito), el infaltable amigo imaginario y hasta unos personajes que son los responsables de que nos vuelva a la cabeza una y otra vez esa canción tan pegadiza.
Riley se muda de ciudad y su mundo se complica bastante… todo por un problema en el comando de la consola.
Nada más vamos a contar aquí de Intensa-Mente, que los niños disfrutarán de principio a fin y también los grandes (probablemente sea la película más para “adultos” de Pixar), pero les advierto que sus hijos van a usar este universo imaginario en su contra. “Son las personitas que tengo adentro de mi cabeza”, me contestó la mía, cuando salimos del cine y, charlando sobre la película, le pregunté por qué a ella le pasaba lo mismo que a Riley a veces.
Pero esas personitas nos enseñan a los padres que nada de lo que ocurre en la cabeza de nuestros hijos es lineal, como tampoco lo es lo que ocurre en nuestras cabezas (la escena de la mesa familiar es antológica). Las emociones nos dominan, y muchas veces no podemos entender por qué. Pero sí podemos aprender a manejarlas. Y, aunque sea un juego de palabras, para manejarlas tenemos que entenderlas.
Intensa-Mente nos muestra que se necesita una cuota de cada una de estas emociones. Hay que sacar la furia sin violencia, y hay que enseñarles a los hijos a canalizarla para expresarse ante una situación injusta. Hay que permitirse el desagrado sin caer en el prejuicio, y hay que enseñarles a los hijos a usarlo para evitar lo que nos hace daño. Hay que aceptar el temor sin paralizarse, y enseñarles a los hijos que escuchar sus señales es un método de supervivencia. Hay que sentir la tristeza sin que se nos haga patológica, y enseñarles a los hijos que las lágrimas son parte de la vida. Hay que disfrutar la alegría sin límites y enseñarles a los hijos a guardar la mayor cantidad de recuerdos dorados en los archivos de su cuartel central.
Y la última lección, que parece que la pusieron para mí: a prepararse para la adolescencia, porque las emociones vienen con todos los colores mezclados.
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