Muerte a Dorothy




Cuando era chica, miraba un programa mexicano que se llamaba Odisea Burbujas. Lo daban a la tarde en Canal 13 y los protagonistas eran unas personas metidas dentro de unos trajes de felpa. O, mejor dicho, los personajes dentro de los que estaban metidos (ya no existen programas para chicos con gente metida en disfraces, ¿no?). Yo lo amaba. Y mi pasión empezó en un capítulo en el que los personajes recreaban la historia del Mago de Oz y su camino de baldosas amarillas. Lo busqué y busqué en YouTube, y no pude dar con él.

Pero la historia del Mago de Oz siempre me quedó resonando. El año pasado, mi hijo leyó una versión del relato en la escuela y después ambos cayeron en Netflix en la película original de Judy Garland. Es una maravilla. Un clásico de la época de oro del cine de Hollywood, cuando el color empezaba a teñir (literalmente) la pantalla (el color tiene un sentido en la historia). Y una canción, Somewhere over the rainbow, simplemente bellísima.


Efecto Oz: mis hijos se fanatizaron. Sacamos de la biblioteca el viejo libro de la colección Robin Hood, lo leímos, nos vimos la precuela de Oz el Poderoso y así, un día, descubrimos en una librería una tapa de un libro sugerente: negra, con el vestidito cuadrillé celeste y blanco de Dorothy, y en letras negras un título provocador: Dorothy debe morir.

Obvio, nos lo llevamos a casa. Y acá estamos enfrascados en una vuelta de tuerca moderna y no menos fantasiosa del clásico que L. Frank Baum escribió hace décadas. Para los que no conocen la historia, Dorothy es una chica de Kansas a la que un tornado revolea, junto a su perro Toto, en un lugar mágico llamado Oz. Con la ayuda de sus amigos el León cobarde, el Espantapájaros y el Hombre de Hojalata, deberán recorrer el camino de baldosas amarillas para encontrar al Mago que la devuelva a casa, y evitar que una malvada bruja la mate.
Pero estamos en el siglo XXI y las cosas han cambiado. Dorothy volvió a Oz y se convirtió en su reina y tirana, y sus tiernos amigos en sus sicarios. Es que quizás nada sea lo que parece. Es que quizás lo bueno no es tan malo y lo malo... bueno, quizás no lo sea tanto.  ¿Cómo saber en quién confiar? 

Esa pregunta plantea Danielle Page, la joven escritora estadounidense detrás de la saga (tiene cuatro libros más dos precuelas, Mondadori Random House lleva editados aquí los primeros tres volúmenes). La protagonista ahora es Amy Gumm, otra chica a la que también trajo un tornado de un Kansas donde vivía una vida miserable con una madre ausente y el bullying de sus compañeras de escuela. 



Amy se verá forzada a matar a Dorothy para salvar a Oz y, a lo mejor, poder volver a Kansas. En el camino, se irá conociendo en un viaje fantasioso y no exento de violencia, que recuerda por momentos al recorrido que tiene que hacer Harry Potter para liberarse de Voldemort. Porque el poder de Amy no están en los zapatitos rojos sino en un puñal mágico. O a lo mejor está en ella misma y todavía no lo descubrió.

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Cada noche, siguiendo nuestro ritual de lectura familiar, "leemos a Dorothy", como me pide mi hijo. Es algo que no me canso de recomendar: el momento de lectura nocturno. Y si es con una historia que logra conectarnos a chicos y adultos, muchísimo mejor. Acá esperamos ese ratito juntos para saber, finalmente, por qué Dorothy debe morir. 



Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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