Atención parcial continua: el nuevo "mal de época"


Todos los años, al acercarse las vacaciones, siempre me he sentido entusiasmada por qué libro voy a leer en esos días de descanso. Ya de chica, le pedía a Papá Noel libros para ocupar las tardes en casa en los dos meses sin clases que tenía por delante: veranos inolvidables en los que devoré Mujercitas Tom Sawyer. Seguí haciéndolo de grande, eligiendo por lo general alguna novela gorda y entretenida –guardé varios Harry Potter especialmente para el período estival–. Pero este año, me sorprendí con la pila de libros stockeados: necesitaría los dos años de vacaciones de Julio Verne completos para poder terminar tantas páginas.
“Tantos libros… ¡tan poco tiempo!”, decía una remera que le vi una vez puesta a un escritor. Y nunca más cierto que este verano. Siempre me encantó leer: acostada en la cama con la luz del velador, la lectura me desenchufa del estrés y me transporta a otros mundos. Pero este año que pasó llegaba a la cama tan cansada que apenas me alcanzaba para apagar la luz y desmayarme. Y cuando tenía un poco de fuerzas, me costaba como nunca concentrar mi atención en el texto que tenía delante. Así, acumulé tantos libros porque son los que me quedaron pendientes. Los que compré esperando poder leer, los que me regalaron, los que me prestaron.
Para no deprimirme, me acabo de enterar que esto es un nuevo mal de época, que afecta a nativos e inmigrantes digitales, y que ya le pusieron nombre: la “atención parcial continua”. Una nota en el diario El País lo graficaba con cifras españolas, pero que pueden extrapolarse a cualquier país de América Latina. A diferencia de lo que postulan los teóricos del apocalipsis de la letra escrita, cada vez leemos más. Leemos mails, leemos noticias –más online que impresas–, leemos posteos en Facebook, leemos tweets, leemos mensajes instantáneos en el chat y en el celular…. El problema está en la calidad de nuestra lectura. Porque este proceso de lectura se da en un contexto de multitasking.
Leemos mientras hacemos otra cosa, ya sea ver la televisión, escuchar música o ir de una pantalla a la otra. Atendemos muchas cosas, pero de manera superficial. Y si lo que estamos leyendo es un e-book, la posibilidad de distraernos es mucho mayor que si leemos un libro impreso. En otra nota que vi en estos días en The New York Times, dos escritores apuntaban a esto para cuestionar los libros electrónicos, y aseguraban que el e-reading (la lectura digital) es muy distinta de la p-reading (la lectura impresa). A mí me pasa. Cuando leo un e-book, me disperso más: busco una palabra en el diccionario, o una referencia, o una canción que me dieron ganas de escuchar. Con el libro de papel, para hacerlo hay que levantarse de la silla. Entonces, mejor no lo hago.
Y todo esto nos lleva al nuevo problema de la “atención parcial continua”. Podría explicarse así. Nuestra capacidad de atención es de un 100%. Si hacemos más de una cosa a la vez, no se suma atención: no es que tengo 100% puesta en la lectura del libro más 20% en la canción que escucho más 30% en lo que busco en Internet y contabilizo 150%. El 100% de mi atención lo divido en esas tres actividades: pongámosle 65%, 20% y 15%. Además, en esta “multitarea”, nuestra capacidad lectora se va modificando. Aprendemos a leer en diagonal, salteándonos lo que no nos interesa, siempre apurados, intentando ganar tiempo. Hace unos días, me horroricé cuando me di cuenta de que ya estaba haciendo eso hasta en los videos: paso cuadro por cuadro en YouTube para dar con lo que estoy buscando. Cuando había que darle fast-forward al cassette, claro, era mucho más complicado.


Así que, en épocas modernas, la lectura profunda quedó para las vacaciones. ¿Me alcanzará esta vez tan poco tiempo para tantos libros? 

Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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