10 lecciones para un hincha de fútbol


Aunque trabajé como periodista cinco años en un diario deportivo, nunca amé el fútbol. Simpatizaba por el equipo del que simpatizaba mi padre, que nos legó como herencia los colores rojos de su camiseta a mi hermano y a mí. No íbamos a la cancha, pero nos interesaba si nuestro equipo ganaba y festejábamos sus no muy frecuentes logros (la época de oro, claro, había pasado cuando mi papá se hizo hincha). 
Digamos, como se dice en la jerga futbolística, que yo era una resultadista. Y cuando nacieron mis hijos, como mi padre nos había transmitido su herencia a mi hermano y a mí, dejé que mi marido hiciera lo mismo con su (mi) descendencia. Pero, claro, la historia iba a ser distinta
Como en todo en su vida, con el fútbol también mi marido es un apasionado. Y no es un resultadista como lo era yo: él alienta a su equipo en las buenas y en las malas e incluso más en las malas (eso hacen los verdaderos hinchas, ¿no?). Así que casi sin darme cuenta, me encontré en una familia futbolera. En mi casa se para el mundo cuando juega Huracán, nuestro equipo (porque ya es mío también, como un hijo adoptivo), mis hijos coleccionan camisetas, idolatran a los jugadores, cantan las canciones, vamos los cuatro al estadio en plan familiar (de una de esas veces es la foto que ilustra esta nota). 

  • Aprendí con ellos a ser fan del fútbol. Y entendí que, con el fútbol, ellos aprenden muchas lecciones que van a serles de utilidad en su vida:
  • Aprenden a disfrutar del encuentro familiar. Alrededor de una actividad o, mejor dicho, de un sentimiento común, podemos compartir momentos muy intensos desde lo emotivo, divertirnos, enojarnos, estar contentos o tristes. Juntos. 
  • Aprenden a identificarse con algo y a defenderlo. Son los colores, es un escudo, un equipo: un sentimiento alrededor del cual encolumnarse con todos esos desconocidos que sienten lo mismo que uno. Como una pequeña patria. 
  • Aprenden lo que es la derrota. Sería genial que nuestro equipo siempre ganara, pero eso es imposible. Nosotros hemos soportado perder finales injustamente y sabemos lo que es descender de categoría. También lo que es volver a tu lugar y salir campeón. Por eso, cuando te ha tocado estar en la mala, disfrutas mucho más el momento en que la suerte se pone de tu lado. 
  • Aprenden que los resultados no siempre dependen de uno. Puedes poner todo tu esfuerzo en lograr algo, pero hay siempre situaciones que se escapan de tu control. Y quizás tenías ese partido ya ganado y un gol mal cobrado en los minutos finales te arrebató un título. Es quizás la lección más grande que el fútbol te da para la vida: puedes ganar, puedes perder, pero siempre tienes que seguir jugando.
  • Aprenden a relacionarse con los demás. Solo en la cancha puedes fundirte en un abrazo de alegría con un desconocido o llorar en el hombro de esa misma persona. No importa quién sea el que está a tu lado, es tu par porque siente lo mismo que tú. 
  • Aprenden a tener fe. En mi familia somos todos (mi esposo, mis hijos y yo la que más) súper racionales. Hasta que comienza el partido. Somos capaces de sostener cábalas insólitas (como no entrar a una habitación si el equipo hizo un gol mientras estábamos fuera) o vestirnos durante todo un campeonato con la misma remera cada encuentro (como si la remera fuera la que hiciera los goles). ¿Incomprensible? Sí, pero quién no necesita algo de fe en su vida.
  • Aprenden que el rival no es un enemigo. Me parece una gran lección que tenemos que fomentar. Nunca hay que permitir la violencia. Yo apoyo a estos colores y el otro apoya a los suyos, en la cancha vamos a dejar lo mejor de cada uno para ganar, pero cuando salimos podemos seguir siendo amigos. Es una estupenda metáfora de lo que significa respetar que el otro piense distinto.
  • Aprenden a entrenar la ironía. Otra lección que les servirá de mucho en su vida de adultos. ¿Hay algo más lindo para un hincha de fútbol que reírse de su clásico rival cuando le gana? Es el folclore del fútbol y está muy bien cuando se da en un marco de respeto mutuo. Se le puede gastar una broma al otro sin ser grosero y aceptar del mismo modo la broma que el otro me haga cuando el que pierda sea yo. 
  • Aprenden a siempre dar más. El hincha tiene que alentar. Siempre. Y cuando el equipo va perdiendo, más. Hay que sacar las fuerzas de donde no se tienen para seguir cantando. Como también, tantas veces en la vida. 
  • Aprenden a legar. Las experiencias que sus hijos vivan en la infancia no se las van a olvidar jamás. Y seguramente van a transmitirle esa pasión a sus propios hijos, para seguir alimentando ese círculo.

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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