Editada en los Estados Unidos desde 1923, la revista Time es un símbolo del periodismo. Desde 1927, cada diciembre reconoce al personaje del año, en una elección siempre muy esperada y, muchas veces, no exenta de polémicas. En esa persona, Time hace un balance porque destaca a quien considera que protagonizó el o los hechos mundiales más relevantes de los 365 días que se van, y también fija así una línea editorial.
En el 2012, Time volvió a elegir personaje del año al Presidente de los EEUU Barack Obama, como “símbolo y en algún modo arquitecto” de la nueva América. No siempre el personaje es una sola persona: en 2011 lo fueron los protagonistas de las protestas populares que se dieron en varias ciudades del mundo, en 2006 los usuarios de Internet y en 1950 los soldados que pelearon en la guerra de Corea. Incluso, no necesariamente se vota a una persona: en 1982 la tapa de Time la ocupó una computadora. Marcando tendencia y polémicas, también eligió personaje del año a Adolf Hitler, en 1938.
En 2013, el Papa Francisco se impuso sobre Edward Snowden, el ex “topo” de la CIA que reveló la mayor operación de espionaje estatal de la historia, y también de Miley Cyrus. Francisco es el tercer Papa elegido (Juan XXIII lo fue en 1962 y Juan Pablo II en 1994) y el primer latinoamericano en ilustrar la tapa del anuario. “Por haber trasladado el pontificado del palacio a las calles, comprometer a la mayor religión del mundo a enfrentar sus necesidades más profundas y equilibrar el juicio con la misericordia, el Papa Francisco es la Persona del Año 2013 de Time”, reseñó las razones de la votación Nancy Gibbs, jefa de redacción de la revista.
En menos de un año de papado, el argentino Jorge Bergoglio –el Papa que fueron a buscar al fin del mundo, como se definió a sí mismo apenas electo– generó una verdadera revolución dentro y fuera de la Iglesia. Así lo expuso Gibbs: “Pocas veces un nuevo actor en el escenario mundial ha captado tanta atención tan rápido –de jóvenes y viejos, creyentes y cínicos– como lo ha hecho el Papa Francisco. En sus nueve meses en el trono, Francisco se ha puesto en el centro mismo de las principales conversaciones de nuestra época: sobre riqueza y pobreza, imparcialidad y justicia, transparencia, modernidad, globalización, el rol de la mujer, la naturaleza del matrimonio, las tentaciones del poder”.
Algunos de los hechos más destacados que marcaron hasta ahora el papado de Francisco fueron su decisión de transparentar las finanzas vaticanas, la encuesta sobre la familia moderna que lanzó a los obispados de todo el mundo, su fuerte definición sobre la homosexualidad –“¿Quién soy yo para juzgar?”– y la revolución que causó en Río de Janeiro en las Jornadas de la Juventud, donde en una frase dirigida a los jóvenes argentinos que lo escuchaban también dio otra definición impactante: “Hagan lío”.
La Iglesia Católica tiene 1.200 millones de fieles, es la institución más grande y antigua del mundo y, en consecuencia, poco proclive a los cambios radicales. Francisco se propone reformarla para acercarla más a los fieles. Y esa reforma empezó con el estilo. Vive en la residencia de Santa Marta, viaja en autos comunes, usa los mismos zapatos que en Buenos Aires –y no los clásicos rojos de los Papas-, se para a tomar mate (la tradicional infusión argentina) con los fieles en las audiencias de los miércoles; abraza a un hombre con el rostro deformado por la enfermedad, llama por teléfono a una madre que le escribe una carta por la muerte de su hijo. Pero Francisco también habla. Cuestiona la idolatría del dinero y pide volver a poner el foco en el valor primario de la fe católica: en el otro.
Esos gestos son los que veneran sus fieles, y han incluso despertado simpatía en otros credos y en muchos ateos. Sin embargo, como marca Time, también generaron críticas entre los sectores más tradicionalistas de la Iglesia, “quienes temen que compra popularidad pagando el precio de una fe diluida”. Sus detractores de los sectores conservadores cuestionan el concepto de “redención de Dios para todos” que propone Francisco, y también sus críticas al capitalismo. Del otro lado, hay quienes recuerdan la postura activamente opositora que tuvo al matrimonio homosexual en la Argentina cuando era arzobispo de Buenos Aires, y apuntan contra la oposición eclesiástica al aborto.
La editora de Time hace una síntesis acertadísima del papado de Bergoglio, que este 13 de diciembre cumple 44 años desde que se ordenó sacerdote: “No cambió las palabras, pero cambió la música”. Y cierra su nota con una reflexión muy interesante, que dispara el debate sobre el personaje de este año: “Por estos días es estimulante escuchar a un líder decir cualquier cosa que moleste a alguien. Hoy, liberales y conservadores enfrentan por igual una elección cuando escuchan a una nueva voz de la conciencia: qué es más importante, ¿que este líder carismático dice cosas que ellos creen que es necesario decir o que también dice otras que preferirían no escuchar?”.
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