¿Qué cambiarías de tu cuerpo?


En estos días, una publicidad de ropa interior revolucionó las redes sociales. En el aviso se promocionaban las bondades de una línea de lencería que tenía un calce, un confort y una suavidad “perfectas” para quien lo usara. El problema es que esa enumeración estaba en letras pequeñas, abajo. Lo que resaltaba era la frase “El cuerpo perfecto”, sobre la foto de diez modelos delgadísimas y curvilíneas. Por el aluvión de críticas, finalmente Victoria’s Secret tuvo que dar marcha atrás y cambió la frase. Ahora es “Un cuerpo para cada cuerpo”.
Casi como si hubiera sido una de las 30.000 personas que firmaron en Change.org para que la empresa pidiera disculpas, mi hija me dio una lección. Sentados en la mesa, durante la cena, mi hijo interpretó un comentario suyo como si le hubiera dicho “gordo”. Y estalló. Ella le respondió: “No sos ni flaco ni gordo. Sos un nene normal. Como yo no soy ni flaca ni gorda. Soy una nena normal”.
Normal, perfecto, gordo, flaco: a los nueve años, mi hija todavía no fue presa de las etiquetas. Me pregunté cuánto faltaría para que lo sea. Ella, la nena de, repito, nueve años, que en un local de ropa infantil tuvo que comprarse un suéter talle 16. También me pregunté si iba a lograr criar una hija (y un hijo) que pudieran entender que ser “normal” es ser lo que ellos sean, como sean. Sería un gran triunfo como madre si pudieran seguir pensando así en 10 o 15 años. Le habríamos ganado al sistema.
En eso pensaba cuando vi este gran video que hizo Jubilee Proyect, un grupo que se dedica a filmar cortos inspiradores (activen los subtítulos en castellano). Les preguntaron a 50 personas qué parte de su cuerpo cambiarían (solo una). Las respuestas fueron de algunas más obvias (o masivas, que varias de nosotras seguramente repetiríamos) como las estrías que nos dejó el embarazo o ser más altas, hasta otras como “tengo la frente muy grande”.
Después le hicieron la misma pregunta a un grupo de niños. Las respuestas son maravillosas. Los chicos piden “teletransportarse”, tener una cola de sirena, alas para volar, piernas de chita para correr rápido, una boca de tiburón para comer más o, simplemente, nada. Los chicos no cambiarían nada de su cuerpo. Se sumarían poderes, pero no se sacarían nada porque nada de lo que tienen les disgusta.
¿Por qué cambiamos tan radicalmente de opinión? ¿En qué momento empieza a pesarnos tanto la mirada del afuera, lo que nos dicen que tenemos que ser y, lo que es peor, comenzamos a sufrir si no encajamos con ese “ideal”? Yo hice el click en la adolescencia, pero no recuerdo exactamente cuándo dejaron de importarme las alas y la cola de sirena para preocuparme el busto pequeño y la pancita.
El video me hizo emocionar. Y, en especial, hacia el final, una chica, parecida físicamente a mi hija, que insiste en que ella no se cambiaría nada. “En realidad, a mí me gusta mi cuerpo”, dice. Ojalá siempre pueda seguir pensando lo mismo. Y ojalá mis hijos también. 

Nuevo post en Disney Babble Latinoamérica. 

Adriana Santagati

Soy periodista desde hace 20 años y mamá desde hace 10. Edito en Clarín Sociedad, soy blogger en Disney Babble y escribo en Ciudad Nueva. En este blog recopilo noticias, consejos, experiencias y reflexiones sobre todo lo que nos atraviesa en nuestra vida cotidiana (y en especial en la maternidad/paternidad).

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