Ahora tengo mis horas encadenadas milimétricamente, como toda madre. Trabajemos o no, la maternidad termina avanzando sobre nuestra agenda y de pronto nos encontramos con que hace una década que no vamos al cine con una amiga o que la última vez que fuimos a la peluquería a hacernos las manos fue antes del parto. “Hubo un tiempo que fue hermoso y fui libre de verdad”, dice una famosa canción de un grupo de rock argentino. No cambiaría por nada del mundo este tiempo que es hermoso, el de la maternidad, por volver al tiempo en que sí fui libre de verdad.
Si a una madre le dieran a elegir qué quiere de regalo, apuesto a que no pide carteras, zapatos, perfumes ni ropa: pide tiempo. ¿Tiempo para qué? ¡Para tantas cosas! Esta es solo una breve lista de las 10 que elegimos con mis grupos de madres. ¡Seguro que cada una de ustedes va a poder agrandar la lista!
- Tiempo para un baño de inmersión. Llegábamos a casa después de un día agotador de trabajo, poníamos sales o espuma en la bañera, prendíamos una vela y nos relajábamos en un spa personal. Ahora, gracias si tenemos cinco minutos para ducharnos.
- Tiempo para secarnos el pelo. No importa si es invierno y hace dos grados bajo cero: nos ponemos un gorro o capucha y salimos con la cabeza empapada. Las mamás tenemos que aprender a optimizar el tiempo y encender el secador es un derroche. Ni hablar de hacerse los bucles o pasarse la planchita para alisar el cabello, la única plancha que conocemos es la de la ropa.
- Tiempo para dormir ocho horas seguidas. Es lo que recomiendan los médicos, ¿pero quién puede? Si tienes un niño pequeño, no tengo que entrar en detalles, ¿no? Pues bien, mejor acostúmbrate porque cuando crezca tampoco dormirás cuando te venga en gana. Los fines de semana tendrán competencias de deporte por la mañana y cumpleaños u otras actividades por la tarde (nunca más una siesta) y luego comenzarán a salir por las noches (¡y no dormirás hasta que regresen!).
- Tiempo para ir al baño solas. ¿Por qué siempre se les ocurre hacer una pregunta que necesita respuesta urgente en ese momento? Y por más que una cierre la puerta, igual se paran del otro lado, golpean e insisten sin posibilidad de esperar solo dos minutos.
- Tiempo para un encuentro sexy. Antes elegíamos la lencería, nos perfumábamos, preparábamos el clima y nos tomábamos todo el tiempo para el encuentro sexual con nuestra pareja. Ahora aprendimos que el exprés de 15 minutos también tiene su encanto.
- Tiempo para desayunar el domingo a la mañana. Un rato un día a la semana para una: preparar las tostadas o permitirse ir a comprar croissants, desplegar el diario sobre la mesa, disfrutar del café con leche o hacer todo eso en un bar. Bueno, quizás cuando nos jubilemos podamos volver a hacerlo.
- Tiempo para ver una película entera. Ya no pedimos ir al cine a ver un estreno (eso entra en la categoría “salida de pareja”, que se convirtió en un lujo asiático), sino ver el estreno un año después en el DVD de casa o en el on demand. Igual, por algo te van a interrumpir. Siempre.
- Tiempo para depilarnos. Verano, hace 40 grados y vemos una mujer por la calle en jeans. Primero, es madre. Segundo, no somos las únicas. Para dedicarnos dos horas a nosotras en cualquier actividad de un salón de belleza tenemos que pedir autorización a un notario. Por eso aprendemos a hacerlo todo en casa: la depilación, la manicura, el color… y así nos queda el resultado final, claro.
- Tiempo para trabajar. Las madres del home office tienen muchas ventajas y también desventajas. Lograr que los niños entiendan que mamá está trabajando es directamente una misión imposible.
- Tiempo para mirar vidrieras. Si vamos a un centro comercial, seguro será para comprar ropa para los niños o comprar un regalo… para otro. ¿Tomarnos dos horas para recorrer y mirar lo que venden los negocios de indumentaria femenina? Con suerte nos tenemos que conformar con ver los modelos de estación en una revista (y a veces ni siquiera eso).
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