Sábado a la noche. Me estoy preparando para una fiesta y mi madre, que una vez más me salvó convirtiéndose en niñera, conversa con mi hijo mientras él se baña. Yo los escucho desde la habitación. Joan le cuenta una historia fantástica de una vez que con sus amigos se encontraron con una gallina en un río (?), inspirada en una historia real de cuando mi mamá, adolescente, les pinchó una pelota a unos chicos. El le pide que se la cuente de nuevo. Y ella lo hace y él se divierte como cada vez que la oye contarla.
Pienso en qué maravilla que son los abuelos y en qué afortunados son mis hijos (y yo) de tener a mi madre. No tengo ningún recuerdo de mis abuelos porque tres murieron antes de que yo naciera y mi abuela materna, cuando tenía sólo un año. Pero mis tíos tomaron ese lugar para regalarme tardes eternas de plaza, cuentos increíbles, cucuruchos gigantes, tortas de cumpleaños, horas y horas de juegos, jugo de naranja recién exprimido en el desayuno, regalos deseados y todas esas cosas que hacen los abuelos.
Pienso también en que mis hijos no tienen a tres de sus abuelos. No pudieron conocer a mi padre, ni a los padres de su papá. Cuando escucho a mi hijo con su nonna, no puedo evitar un nudo en la garganta porque, aunque tampoco la conocí, sé cómo los habría llenado de amor la abuela Alicia. También imagino los juegos que les habría inventado el nonno José y cómo habrían alentado los tres a su equipo con el abuelo José María.
Todas tenemos diferencias con nuestros padres, o en algún momento las hemos tenido. Es sano, en un punto, porque confrontar con tu mamá o tu papá es necesario para diferenciarte y construir tu propia personalidad. Puede ser que esas diferencias se mantengan en la vida adulta, pero si me lo permites, hay un consejo que quiero darte: si sus hijos tienen la fortuna de contar con sus abuelos, ayúdenlos a que puedan disfrutarlos.
Si existen diferencias, que no afecten la relación de ellos con sus hijos. Si tus padres no son como los deseas, acepta lo que hay y trata de sacar el mejor provecho. Si sí lo son, bienvenida esa fortuna: comparte con ellos cada momento que puedas. Pero, sea como sea, insisto, trata de que tus hijos puedan disfrutar de sus abuelos. Permíteles compartir tiempo juntos, y que los malcríen un poquito. Incentiva a que hablen por teléfono por las noches, y les cuenten algo de su día. Si están lejos, usa y abusa del WhatsApp y otras herramientas tecnológicas para que estén más cerca. Si los tienes aquí, apóyate en ellos para, por ejemplo, organizar una noche romántica con tu pareja mientras tus hijos quedan al cuidado de buenas manos.
Creo que los abuelos son la mejor fábrica de recuerdos que tenemos en la infancia. Muchos de mis recuerdos más lindos tienen que ver con esos tíos-abuelos: podría llenar cajas y cajas de fotos mentales de tardes hermosas. Deseo que mis hijos, cuando sean adultos, tengan esas cajas también repletas de sus propios recuerdos como nietos felices, que los acompañarán toda su vida.
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