Se la ve pequeña, inocente. Es muy bonita, con sus rasgos asiáticos bien marcados. Es una niña filipina de 10 años, dispuesta a aceptar dinero a cambio de quitarse la ropa para que pueda verla algún hombre que entró a una sala de chat o que la contactó por redes sociales. Se llama Sweetie y, sí, es muy dulce… e irreal. Sweetie, una creación por computadora de una ONG holandesa, cazó a más de 1.000 pedófilos. Ninguno se dio cuenta de que era una “niña virtual”: todos pensaron que era una presa fácil de un delito creciente: el ciberturismo sexual.
Como Sweetie, miles de chicos, en especial en el Sudeste Asiático, están dispuestos a aceptar dinero a cambio de sexo virtual. Los pedófilos ya ni siquiera necesitan tomarse un avión para ir a buscarlos: con un click les alcanza. Eso advirtió Tierra de Hombres, una entidad que lucha contra la explotación infantil y que desde su sede en Amsterdam creó a Sweetie y digitó cada uno de sus movimientos y palabras.
La ONG entregó los datos de los más de 1.000 pederastas de 65 países –incluidos latinoamericanos—a Interpol. Pero el impacto de su acción fue incluso mayor, porque logró atraer las miradas sobre los potenciales riesgos que Internet y las redes sociales encierran para los niños. Casi al mismo tiempo, el Congreso argentino aprobó la Ley de Grooming, que castiga a los adultos que contacten vía Internet a un menor para obtener de él favores sexuales. Como hicieron quienes buscaron a Sweetie.
La nueva ley establece una pena de prisión de seis meses a cuatro años para quienes “por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”. Hasta ahora, el Código Penal sólo lo condenaba en el caso de que el abuso se concretara. Esto significa que ahora existe una herramienta para accionar legalmente contra, por ejemplo, un adulto que se mete en una sala de chat y le dice cosas obscenas a un chico o le pide que se muestre sin ropas.
Son muchos quienes realizan estas prácticas: según los datos del FBI que difundió Tierra de Hombres, se calcula que hay 750.000 pederastas acechando en Internet, sin distinción de fronteras. Muchas veces los propios padres no somos realmente conscientes de los peligros. ¿Cuántas computadoras hogareñas tienen instalados filtros parentales? ¿Cuántos de nosotros les abrimos una cuenta de Facebook a nuestros hijos aunque no tengan edad suficiente? Conocemos a todos sus amigos del colegio, ¿pero cuánto sabemos de sus amigos virtuales?
Mi hija tiene 8 años y usa Facebook, como la mayoría de sus compañeros. Lo hace bajo supervisión de su padre o mía. Le borré de sus contactos a todos los adultos, salvo sus tíos. Sabe que no tiene que dar autorización de amistad a nadie que no conozca en el mundo real y que no tiene que compartir información sensible: si tiene algo que decirle a un amigo, que espere al día siguiente a verlo en la escuela.
Es pequeña, es cierto, y a medida que crezca ese control actual pasará a ser ilusorio. ¿Qué hacer? Desde ahora, con mi esposo intentamos también en este tema mantener un diálogo abierto y natural. Personalmente, soy de la idea de que nuestros hijos VIVEN en el mundo virtual de una manera que nosotros no llegamos a comprender, y que por eso tengo que enseñarles a manejarse en él con las mismas reglas que en el mundo real.
¿Qué consejos les das a tus hijos para protegerlos en Internet?
Esta nota se publicó originalmente en Disney Babble Latinoamérica.
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